Julio ROMERO DE TORRES, “Retablo del
amor” (panel izquierdo). Museu Nacional d'Art de Catalunya.
Et c’est depuis ce temps, ma soeur,
Que je suis devenu chasseur,
Que mon arbalète à la main
Je cours le voies et les chemins
Y desde entonces, hermana,
Me he hecho cazador
Y con mi ballesta en la mano
Recorro vías y caminos.
(G. BRASSENS, ‘À l’ombre du coeur de ma mie’)
Válgame el cielo, los cien
millones no eran un regalo de amor, y el Donante “no” anónimo anda reclamando
su devolución de malos modos. Dice la Bella que el antes citado ha llegado al
acoso y las amenazas. Feo, sí, pero cien millones son cien millones, y la Carte du Tendre no guarda recuerdo de
ninguna generosidad parecida.
Uno muere por su amada, o
a la inversa; eso es algo vulgar de tan repetido, nada de particular. Pero
aflojar cien millones a una persona porque la quieres mucho, no se había dado
aún hasta el caso que nos ocupa, y ahora resulta que en el caso que nos ocupa
tampoco se da.
No era amor, era asesoría
de inversiones. Cuando un fiscal suizo metió las narices donde nadie suponía
que se podían meter, se produjo cierto revuelo en el Gotha (no confundir con el
Gólgota). Pareció entonces el mal menor afirmar que la “donación” había sido
generada por una efusión sentimental tal vez un tanto desmedida. El Donante se
había comportado como quien era, un caballero legítimo, y después de gozar a la
moza en la orilla del río, le había regalado, no un costurero de raso pajizo,
sino un porrón de millones libres de impuestos. Y no quiso enamorarse porque
ella se dijo mozuela, y no era exactamente así.
La historia es bonita,
aunque no nueva, y se supone que al hacerse pública el fiscal quedó burlado,
con las manos vacías. El detalle no previsto en principio por el hábil regate
legal, es que el Donante quedó asimismo con las manos vacías, y la Bella
coadyuvante se vio favorecida, ya que no con el santo, sí al menos, de forma
abundante, con la limosna.
Ahora el protagonista de
esta historia pugna por una devolución discreta de las mercedes presuntamente
otorgadas, pero se encuentra atado de pies y manos (el fiscal acecha), y
aligerado de bolsillos.
Si fue amor, solo quedan
las cenizas; si fue asesoría de inversiones, ni las cenizas siquiera.