La sanidad madrileña, así
privada como pública, no dispone de apósitos, algo tan simple y cotidiano; e
IDA responde a las preguntas de los medios que se trata de un problema
circunstancial que se resolverá en pocos meses.
En pocos meses, cuando es
una necesidad de cada día. “Mientras se resuelve la adjudicación del contrato
de suministro.” No pocos amigos míos dirían que ellos solucionarían el problema
en un santiamén, que lo único que hace falta para ello es voluntad política.
(Por cierto, me extraña
que no lo hayan dicho aún. Quizás lo que ocurre es que la abulia política es un
defecto solo achacable a una parte del gobierno de coalición, no al resto de
gobiernos monocolores o coaligados del tablero español o asimilado.)
Ha salido a la luz otra
cacicada de IDA que revela, por el contrario, una voluntad política muy precisa.
En contra de todos los protocolos establecidos, dio prioridad en la vacunación
contra el covid a los estamentos religiosos, y “se olvidó” de las residencias, que
era por donde debía haber empezado. Lo que ocurrió luego en las residencias es
sabido. Dejo la calificación de los hechos a los tribunales de justicia, que mejor
antes que luego habrán de intervenir depurando responsabilidades; pero me adelanto
a describirlos como un posible crimen contra la humanidad. No hace falta un holocausto
en el que perezcan seis millones de almas para que exista este tipo de crimen,
bastan y sobran algunos miles de personas para representar a la humanidad
doliente cuando se les arrebatan sus derechos inalienables por falta de
escrúpulos y por puro cálculo tacticista de pérdidas y ganancias.
No andan mejor las cosas
en el terreno independentista catalán. Hay propuestas formales de
torpedeamiento de la misma mesa negociadora que antes se exigía como condición
sine qua non para abordar soluciones conjuntas a la crisis. La penúltima
bravata ha sido que “el Estado debe ser consciente de que en cualquier momento
podemos volver a la unilateralidad.” Lo que arregle la unilateralidad en
momentos como los actuales es harina de otro costal, pero falta claramente
voluntad política ─a Aragonés, Junqueras, Borrás, Puigneró y demás socios del
chiringuito─ para examinar a fondo ese otro costal, de harina tal vez ya rancia
y agusanada.
En otras ocasiones
señaladas, lo que está faltando no es la voluntad política, sino alguna otra
cosa. Por ejemplo, vergüenza, cuando se da carrete una vez más a la vieja cláusula
del «se acata pero no se cumple». Lean lo que está sucediendo en relación con
los derechos laborales de los riders de
las plataformas, en la última entrada del blog “Según Antonio Baylos”: https://baylos.blogspot.com/2021/08/obedezcase-pero-no-se-cumpla-los.html
Lo que ahí se describe es
la realidad, sin paños calientes ni caramelos que la endulcen. Y la característica
común a las tres actitudes descritas en estas líneas es el ejercicio de ese recurso comodón de antipolítica que sigue quien compra únicamente billete de
ida (de IDA), sin ninguna previsión de vuelta. Algo solo posible porque las
élites financieras, en una situación depresiva del ciclo económico, se dejan
guiar por una codicia compulsiva y un cortoplacismo atropellado. Los muertos
que queden tendidos en el campo ya se recontarán más tarde. Lo único importante
viene a ser el sálvese quien pueda. Pero los cadáveres, ay, seguirán muriendo.
Contra esos gigantes, que
no molinos, nos vemos enfrentados, lo queramos o no. Es fuerza movilizarse; esto
no es Kabul, esta batalla no podemos permitirnos perderla.