Caminos sobre la mar (Port de la Selva
y Cap de Creus, fuente Facebook).
Todo pasa y todo queda
Pero lo nuestro es pasar
Pasar haciendo caminos
Caminos sobre la mar.
(Antonio MACHADO)
Las personas pasamos y las
instituciones quedan. Por ejemplo de institución, la iglesia católica. Ahí
está, más antigua que España, más antigua incluso que Cataluña que, como todo
el mundo sabe gracias al Institut Nova Història, es la nación más antigua del
mundo mundial. El emperador Constantino, víctima de una enredada que le convenció
falsamente de haber contado con ayuda divina en la feliz solución de aquel
asuntillo de Puente Milvio, nos impuso a todo el occidente la iglesia católica por
decreto. Fue un golpe de suerte con resultados muy fructíferos para la añeja institución.
Albert Einstein afirmó siglos después que Dios no juega a los dados, y a mí Einstein
me merece un respeto, pero me parece que en esta ocasión hizo el bocachanclas,
qué quieren que les diga. Si no a los dados, se jugó nuestro futuro a pares o
nones. Y desde entonces la iglesia anda siempre jugándonoslo a los nones.
Dirán algunos que estoy
exagerando, que me paso tres pueblos. Bien. Prueba primera: Jesucristo dijo que
su reino no era de este mundo y he aquí un titular de El País de hoy: «Obispos
dibujan un panorama catastrófico de la política española.» En el minicomentario
al titular que puedo leer sin pagar abono, se aclara que esos señores piensan
que se está procediendo de forma deliberada a arrancar las raíces cristianas de
la conciencia de los españoles.
Haremos bien en poner esa
declaración episcopal al lado de este otro titular del mismo medio informativo,
y el mismo día (prueba segunda): «Ex alumnos del colegio marista de Granada
exigen investigar las denuncias de abusos sexuales.» No es el Emérito el único
impune en este país. Y la impunidad, aunque resulta eficaz a corto plazo para
que los impunes hagan retrecheramente de su capa un sayo, lo cierto es que a
medio y largo plazo es un instrumento adecuadísimo para arrancar raíces de la
conciencia colectiva. Harían bien los obispos en meditar sobre el asunto,
porque echarle la culpa de todo al gobierno resulta un recurso demasiado
socorrido para quien dispone desde hace siglos y siglos de la filosofía
tomista, el derecho canónico y los protocolos exigibles para la práctica nihil
obstat del exorcismo.
Entonces, saben ustedes
tan bien como yo que la iglesia es la primera propietaria inmobiliaria del
país, que ha registrado a su nombre lo que le ha dado la gana en todas partes y
con plena inmunidad, y que no paga impuestos al Estado, antes bien recibe una
cuota tanto si marcamos nuestra declaración con una cruz en la casilla
correspondiente, como si no. Así están las cosas.
Lean entonces despacio (tercera
prueba) otro titular aún de El País, de hoy mismo como los anteriores. Viene
firmado por Blanca Cia, en la sección de Cultura: «Acabar las obras de la
Sagrada Familia costará 374 millones de euros.» El templo barcelonés que ideó
Antoni Gaudí está ya ahora en plena explotación por las mesnadas de un
determinado obispo catastrofista. Sus buenos duros se lleva, entre homilía y
homilía, sin necesidad de haber invertido nada ni de correr con los gastos de
construcción y acabado.
Y nosotros con estos
pelos, haciendo caminos sobre la mar con una mano detrás y otra delante.