Días de vino y rosas (2). Una “foto
robada” en la excursión a Puglia, septiembre de 2019; nadie estaba prestando
atención al objetivo. Aparezco rodeado de mujeres fuertes, me atrevo a decir
que imprescindibles todas ellas. Son Cuca Ollero (de Aristu), Carmen Martorell
(de Rodríguez) y Carmen Martínez (de Pla). Hay muchas más, desde luego, pero
ellas representan bien al sector.
Me llega por Facebook la
noticia de que el Instituto Earth Watch (de vigilancia de la Tierra) de la
Royal Geographic Society de Londres ha declarado a la abeja el ser vivo más
importante para los humanos. Por la miel y la cera que produce, de utilidad en
todas las culturas, y sobre todo por la tarea inmensa de la polinización, de la
que dependen para reproducirse un cuarto de millón de especies vegetales,
muchas de ellas indispensables para la vida tal como la conocemos y la
concebimos. El artículo añade una frase atribuida a Albert Einstein: «Si las
abejas desaparecieran, a los humanos nos quedarían cuatro años de vida.»
Pues bien, las abejas
están desapareciendo. Los apicultores señalan mermas de hasta el 90% en sus
enjambres. Es otra consecuencia, en principio invisible, del cambio climático
en curso. Esas opciones políticas que niegan no solo el cambio climático sino
cualquier cambio de la naturaleza que sea, porque ya se encuentran bien como
están, despertarán algún día de su sueño y advertirán que las abejas han
desaparecido. No les importará, porque eran las únicas obreras que quedaban sin
control, y para zánganos ya tienen bastante con ellos mismos. Pero todos desapareceremos
detrás de ellas, en unos cuatro años. Los toros de lidia, que al parecer es la
especie que más preocupa a los negacionistas, desaparecerán un poco antes
incluso, porque, en tanto que herbívoros, dependen en mayor medida de las
plantas.
Después de las abejas, de
las plantas y de los toros de lidia, también desaparecerá la especie humana, la
más resistente y la más tóxica también para el planeta.
Eso saldrá ganando el
planeta, disculpen el comentario ácido.