Fantasmones vagando en la noche detrás
de la Parca (fuente, Twitter)
Las estantiguas son
fantasmones que despiertan pavor, según definición de la Real Academia
Española. En la 53ª Universitat Catalana d’Estiu, que se celebra como cada año
en Prada de Conflent, se ha aparecido de pronto Laura Borràs, de cuya compañía
nos habíamos visto gratamente privados debido al período vacacional, para
desautorizar la negociación bilateral entre el gobierno catalán y el del Estado.
«Si no entran amnistía y autodeterminación, llegaremos al final de la
discusión», ha dicho Madonna Laura, que ha añadido que no piensa estar dos años
más “mareando la perdiz”.
Nos damos por enterados de
su poco valiosa opinión. Resumida en dos palabras, no se baja del guindo. A la
fiesta tipo “revival” se ha sumado Quim Torra, otra estantigua de no tanto
volumen (Borràs abulta mucho), pero de mayor ex jerarquía, cuando ha señalado de
forma taxativa que la mesa negociadora no debe volver a reunirse.
Ambas voces resuenan con
ecos de ultratumba. El maximalismo procesista sigue convencido de que, con su
negativa a negociar, está deteriorando la posición del gobierno central y en
cambio mantiene intactas sus propias opciones políticas. Se trata de un sueño
húmedo. La Laura y el Quim harían bien en estudiar de forma minuciosa lo ocurrido
en las recientes fiestas de Navarcles (Bages), cuando la concejala de la CUP
subió al escenario en el que actuaba un humorista, arrancó el micro de las manos
de este, mitineó al personal diciendo que el tono y el fondo de los chistes le
parecían perversos desde sus altas convicciones, y pidió al público que se
manifestara al respecto. El público reaccionó de forma inesperada: pidió a la
concejala que se marchara y dejara seguir la función. Así se hizo. La concejala
ha dimitido, al parecer, y no porque se arrepienta (tornarem a fer-ho!), sino porque se ha sentido presa del desánimo
ante tantas dificultades.
Una Santa Compaña de
nacionalistas irredentos recorre de noche las festes tradicionals de Cataluña, a horcajadas sobre sus
convicciones. Lo que dicen no tiene nada que ver con lo que la gente ve a su
alrededor. Los más jóvenes de las ruralías, antes los más convencidos, se están desenganchando con mucha rapidez de esa
política (de “toda” política, de hecho, lo cual es deplorable para el porvenir
del país). El botellón a corto plazo, y la emigración al extranjero a medio,
son sus únicas opciones tangibles. Mientras, una nomenklatura de estantiguas muy bien pagadas sigue convocándonos a todos
a perseguir un ideal reseco y apolillado, como si no hubiera ocurrido nada en
los últimos cuatro años.