jueves, 19 de agosto de 2021

VUELVEN LAS ESTANTIGUAS

 


Fantasmones vagando en la noche detrás de la Parca (fuente, Twitter)

 

Las estantiguas son fantasmones que despiertan pavor, según definición de la Real Academia Española. En la 53ª Universitat Catalana d’Estiu, que se celebra como cada año en Prada de Conflent, se ha aparecido de pronto Laura Borràs, de cuya compañía nos habíamos visto gratamente privados debido al período vacacional, para desautorizar la negociación bilateral entre el gobierno catalán y el del Estado. «Si no entran amnistía y autodeterminación, llegaremos al final de la discusión», ha dicho Madonna Laura, que ha añadido que no piensa estar dos años más “mareando la perdiz”.

Nos damos por enterados de su poco valiosa opinión. Resumida en dos palabras, no se baja del guindo. A la fiesta tipo “revival” se ha sumado Quim Torra, otra estantigua de no tanto volumen (Borràs abulta mucho), pero de mayor ex jerarquía, cuando ha señalado de forma taxativa que la mesa negociadora no debe volver a reunirse.

Ambas voces resuenan con ecos de ultratumba. El maximalismo procesista sigue convencido de que, con su negativa a negociar, está deteriorando la posición del gobierno central y en cambio mantiene intactas sus propias opciones políticas. Se trata de un sueño húmedo. La Laura y el Quim harían bien en estudiar de forma minuciosa lo ocurrido en las recientes fiestas de Navarcles (Bages), cuando la concejala de la CUP subió al escenario en el que actuaba un humorista, arrancó el micro de las manos de este, mitineó al personal diciendo que el tono y el fondo de los chistes le parecían perversos desde sus altas convicciones, y pidió al público que se manifestara al respecto. El público reaccionó de forma inesperada: pidió a la concejala que se marchara y dejara seguir la función. Así se hizo. La concejala ha dimitido, al parecer, y no porque se arrepienta (tornarem a fer-ho!), sino porque se ha sentido presa del desánimo ante tantas dificultades.

Una Santa Compaña de nacionalistas irredentos recorre de noche las festes tradicionals de Cataluña, a horcajadas sobre sus convicciones. Lo que dicen no tiene nada que ver con lo que la gente ve a su alrededor. Los más jóvenes de las ruralías, antes los más convencidos, se están desenganchando con mucha rapidez de esa política (de “toda” política, de hecho, lo cual es deplorable para el porvenir del país). El botellón a corto plazo, y la emigración al extranjero a medio, son sus únicas opciones tangibles. Mientras, una nomenklatura de estantiguas muy bien pagadas sigue convocándonos a todos a perseguir un ideal reseco y apolillado, como si no hubiera ocurrido nada en los últimos cuatro años.