domingo, 29 de agosto de 2021

LA ANUNCIACIÓN CON UN LIBRO

 


Detalle de la jamba derecha del portal de la catedral de Altamura, Puglia. Corresponde a la mitad de una Anunciación. El Ángel está en la jamba izquierda, y todo aquel que cruza la puerta del recinto sagrado se cruza también con el Espíritu Santo que vuela, cumpliendo órdenes, en dirección a la doncella que lo seguirá siendo incluso después del parto. La foto es de Carmen Martorell, a ruego mío.

 

Toda la anécdota es muy conocida: quiero decir el ángel, el espíritu que fecunda a la virgen “ancilla Domini”, y el “hágase en mí según tu palabra”. Me detengo en el libro, por dos razones: la primera, porque es un anacronismo, no existía ─no podía existir─ en la situación original; la segunda, porque aparece suspendido en el aire. Levita.

No existían libros de este porte en Nazaret, año 1. Cuando fue labrado el portal de Altamura, ya avanzado el siglo XIV, eran una novedad rabiosa. Recuerden que Gutenberg aún no había nacido, que los libros se recopiaban en los scriptoriums, se miniaban y se confeccionaban artesanalmente, protegiéndolos entre tapas de cuero a menudo fileteadas de oro y trabajadas como joyas. Solo disponían de tales artículos de lujo personas con una alta capacidad adquisitiva, que por lo general encargaban su confección a artesanos itinerantes, muy escasos y muy hábiles, que eran invitados a las cortes de los reyes y los nobles.

La presencia del libro en la escena tiene una intención ejemplarizante. Se trata de hacer visible para el vulgo que, en un instante tan excepcional de su vida, María está concentrada en sus rezos, y no atenta a su placer.

Pero además el librito de oraciones era un símbolo de estatus en el Trecento, y quizás es esa la razón última de que el ejemplar abierto en el aire (o sostenido por un soporte invisible, al que el escultor no da ninguna importancia) que lee María, levite ante la Virgen con un realismo apabullante, de forma que todo su pequeño volumen sobresale de la piedra en un audaz "escorzo" (no sé de qué otra forma llamarlo) en altorrelieve.

El libro levitante, las manos cruzadas, la sonrisa inefable, los pliegues dulces del vestido casto, el sagrario esbozado con dos columnas que sostienen un arco lobulado con motivos vegetales. Esta es una de mis representaciones favoritas de María, dócil y enigmática, trascendiendo en su persona el misterio que la traspasa sin tocarla.