Pieter BRUEGHEL el Viejo, ‘Parábola de
los ciegos’ (1568). Museo de Capodimonte, Italia.
En estas estamos que
retrocedemos apresuradamente desde la Modernidad hacia la Edad Media. Lo he
expresado así en el muro de mi amigo de Facebook (y de muchos lugares más) José
Luis López Bulla: «Del estado de derecho a los reinos de taifas, por el túnel
del tiempo aceleradamente en marcha atrás. Cartagena, estación términi.» (José
Luis había escrito una entrada en su blog, a partir del barrunto de que el “modelo
para armar” preferido en la presente coyuntura política es el cantón de
Cartagena, o alternativamente el ¡viva Cartagena!)
El cantón mismo en el cual
se encuentra Cartagena ha dado señales de vida de inmediato. Sus mandatarios
han declarado que llevarán a los tribunales a la ministra Ribera y al jefe del
gobierno Pedro Sánchez, por su “inacción”, que ha desembocado en la catástrofe
ecológica reciente (una más) ocurrida en el Mar Menor. La taifa murciana no
contempla en ningún caso como punible su propia manga ancha con los vertidos;
pero sí le parece indignante que desde Madrid no les hayan prohibido prohibir
los tales vertidos. Ahí, en lo más alto de la pirámide jerárquica, es donde hay
que buscar las responsabilidades de los malos usos de los gobernantes taiferos.
Cunde la confusión por
todas partes; pero es una confusión interesada. Se está atando laboriosamente al
gobierno de pies y manos, desde el bloqueo del Parlamento hasta la amable
disposición del Poder Judicial a liar la troca más todavía. Y finalmente, el
responsable de todo ese pimpampum contra el Gobierno, es… ¡oh sorpresa, el
propio Gobierno!
Participo de la
perplejidad que describe de forma sobria José Luis López Bulla. Me encuentro sumido
en su mismo y angustioso desconcierto. En busca de una comprensión más precisa
de las claves de lo que está ocurriendo, he empezado a releer el manuscrito de
Adso de Melk que trata de lo que ocurrió en los últimos meses del año 1328 en
una cierta abadía situada en algún lugar del noroeste de la actual Italia. (El nombre de la rosa, Umberto Eco,
Lumen 1983, traducción de Ricardo Pochtar.)
Y este es el análisis de
Adso sobre su propia época, en alguna medida trasplantable también a la
nuestra. Figura en el Prólogo de la
historia, pág. 22.
«Los hombres de antes eran grandes y hermosos (ahora son
niños y enanos), pero esta es solo una de las muchas pruebas del estado
lamentable en que se encuentra este mundo caduco. La juventud ya no quiere
aprender nada, la ciencia está en decadencia, el mundo marcha patas arriba, los
ciegos guían a otros ciegos y los despeñan en los abismos, los pájaros se arrojan
antes de haber echado a volar, el asno toca la lira, los bueyes bailan, María
ya no ama la vida contemplativa y Marta ya no ama la vida activa, Lea es
estéril, Raquel está llena de lascivia, Catón frecuenta los lupanares, Lucrecio
se convierte en mujer. Todo está descarriado.»
No sé, parece tan moderno
y tan adecuado eso de los ciegos, el asno músico, los bueyes que bailan y
Catón, supremo censor, yéndose de putas, que me cuesta echar el freno a la
imaginación y recordar que Adso de Melk vivió en el siglo XIV y no pudo haber
conocido a nuestros líderes y lideresas.