Santa Úrsula Wonder Leyen y sus once
mil vírgenes socialdemócratas, masacradas por los talibanes de Atila en las
afueras de Colonia. Visión profética de Vittore Carpaccio (detalle), Accademia
de Venecia.
Pablo Casado viene de
Santa Pola arremangándose para la faena, y le ha pedido a Sánchez que se vaya,
si no sabe qué hacer con el Mar Menor, y le deje a él, que sí sabe, poner manos
a la obra.
También nosotros sabemos lo
que saben hacer en el Mar Menor los expertos de nuestras derechas. En 2001 el
PP consiguió tirar abajo la protección especial de la albufera, y desde
entonces se han sucedido a paso de marcha las arquitecturas faraónicas, la
agricultura intensiva y los vertidos incontrolados. Dicen que el problema está en la
Ley de Costas, pero eso es el recurso al maestro armero. Casado quiere ahora
poner en fila a medio gobierno en el Parlamento antes de que acabe agosto, y
pedir explicaciones, uno tras otro, a todos los ministros implicados.
Eso no quiere decir que tenga
intención de escucharles. Escucharles nunca, al enemigo ni agua. El objetivo de
la maniobra es el acoso, en ningún caso el diálogo.
Las derechas no son ya las
que eran. Antes tenían el monopolio de los saberes, y a la gente de izquierda
solo nos quedaba el recurso de escucharles con la boca abierta. En la época en
la que yo estaba en la comisión negociadora del convenio del Papel, Pasta y
Cartón, en la primera reunión siempre había una exposición por parte de la
patronal sobre las dificultades de la coyuntura y las expectativas de negocio.
Solía durar unos veinte minutos e ir acompañada del reparto a la contraparte de
un folleto de colorines en papel couché, repleto de gráficas. Joan Martínez,
del comité de MC&M, que estaba sentado a mi lado, me decía por lo bajini:
«Son unos hijos de puta, pero hay que reconocer que se lo han currado.»
Ahora es distinto. Los
líderes de la derecha comparecen adornados con másteres fantasiosos acreditados
por firmas anónimas y sin asistencia presencial, sus currículos están llenos de
vaguedades en lugar de títulos concretos, y si les mencionas a la Gioconda te
preguntan si te refieres a la coctelería o al bistró italiano. Los folletos en
papel couché ya no se estilan; podría haber proyección de diapositivas, pero el
cortoplacismo es tan acusado, que la diapositiva de hoy ya no sirve mañana.
Desarzonados de sus
saberes universitarios, los representantes de las derechas podrían de todos
modos presumir de su dinero, por una parte, y por otra de su capacidad de crear
puestos de trabajo. Tampoco. Todo el dinero viene de la Unión Europea, vía
Sánchez. El que había aquí mismo antes, lo tienen apalancado nuestras élites en
cuentas opacas de paraísos fiscales, cuentas que son gestionadas por expertos
de las finanzas que solo se dejan ver de noche y con gafas negras para no ser
reconocidos por potenciales agentes de la Interpol.
Y los puestos de trabajo ya
no los crea el empresario; los ponen los mismos currantes, en plan falsos
autónomos, sin derechos, sin prestaciones y sin cotizaciones a la Seguridad
Social. Todo eso que en otros tiempos garantizaban las derechas en un Estado llamado
del Bienestar, ha fenecido, no se sabe si por culpa del cambio climático, de la
Ley de Costas, del gobierno Sánchez, o del maestro armero.
Ay, dónde están aquellas
derechas que habían estudiado y sabían hacer propuestas, ni que llevaran trampa
incorporada. Dónde están las nieves de antaño.