La dimisión nada
resonante de Fernando Hierro ha sido la guinda final del proceso de voladura escalonada
de la Roja, la selección nacional que corría el riesgo de ser más querida por
el público que el mismísimo Real Madrid.
El mismo Hierro no
ha sido arte ni parte en el proceso. Este se ha cocinado en los despachos, sí,
pero no en absoluto, ni por lo más mínimo, en el que ocupaba el director
técnico de la Federación española.
Hierro ha sido un
mandado, volcado en todo momento en el cumplimiento celoso del deber más allá
de cualquier consideración de índole personal. Hay que decirlo en su honor. Me
trae el recuerdo de Perales (nombre cambiado), un compañero de campamento de cuando
hice la mili. Un día el teniente de la compañía nos condujo a un lugar boscoso
para un ejercicio táctico y nos repartió por los peñascos con la recomendación
de pegarnos bien al terreno. A él le dijo: “Abra bien los ojos, Perales, no se
le vaya a colar por las quebradas todo el ejército chino.” Los demás nos
tumbamos y dedicamos hora y media larga al arte delicioso del escaqueo y la
siesta del carnero. Acabado que fue el ejercicio, la compañía se reunió para
regresar en formación a Robledo, y Perales se apresuró a dar el parte: “El
ejército chino no ha comparecido, mi teniente.”
Hierro ama por un
igual al Madrid, a la selección española y a la Federación que hasta ayer le
daba de comer. Cuando se perpetraron los sucesos lamentables en los que estaban
involucrados sus distintos amores, reservó su opinión y se mantuvo en posición
de firmes a la espera de órdenes.
Las órdenes fueron
que se hiciera cargo de la selección. Su satisfacción fue honda y plena, pero
no se dejó cegar por los espejuelos de la fama. Él disponía de un grupo ganador
y era heredero del trabajo admirable desarrollado antes por Julen Lopetegui. Si
no se desviaba ni un tantico de lo programado, ganar el título mundial sería
tortas y pan pintado.
El partido contra
Portugal no fue del todo mal; el de Irán empeoró; el de Marruecos solo se salvó
de la quema por un milagrito ajeno a la chequera de Florentino. Los chicos
insistían hasta quedarse afónicos a su seleccionador en que era necesario rectificar
el rumbo, pero en vano. Julen había señalado a De Gea para la portería y a
Diego Costa para el centro del ataque, y así había de ser. Un equipo diseñado
para correr y cazar a la contra a una Rusia con las líneas adelantadas y
desprevenida. Una obra maestra táctica de Lopetegui.
Durante el partido Rusia
no se movió de su parcela ni para ir a mear. El “grupo ganador” dio mil ciento
y pico de pases para no llegar a ninguna parte. Los penaltis dictaron
sentencia. “El partido se ha definido por pequeños detalles”, dijo Hierro en la
rueda de prensa posterior.
Ahora se va porque
nadie le ha pedido que se quede. Sabe que su momento pasó, su “ventana de
oportunidad” se ha cerrado. Nadie va a darle las gracias por nada.
Se espera un
sucesor al frente de la selección. Algunos hablan de Luis Enrique, pero
personalmente no lo veo. Luis Enrique tiene mal genio e ideas propias. Es
indisciplinado, poco amigo de escuchar las sugerencias llenas de buena
intención que llegan del piso de arriba. Podría ser otro Luis Aragonés, el peor
desastre disciplinario que ha padecido la Roja en toda la etapa posterior al
día de gloria en que Marcelino le metió un gol a Rusia.
Mi sugerencia es
que llamen para el cargo a Perales.
Posdata.- Apenas un par de horas después de colgado este post, se hace público que Luis Enrique será el nuevo seleccionador. No dirán luego que no se lo había advertido.
Posdata.- Apenas un par de horas después de colgado este post, se hace público que Luis Enrique será el nuevo seleccionador. No dirán luego que no se lo había advertido.