lunes, 9 de julio de 2018

EL HOMBRE QUE CREÍA CIEGAMENTE EN LOPETEGUI


La dimisión nada resonante de Fernando Hierro ha sido la guinda final del proceso de voladura escalonada de la Roja, la selección nacional que corría el riesgo de ser más querida por el público que el mismísimo Real Madrid.
El mismo Hierro no ha sido arte ni parte en el proceso. Este se ha cocinado en los despachos, sí, pero no en absoluto, ni por lo más mínimo, en el que ocupaba el director técnico de la Federación española.
Hierro ha sido un mandado, volcado en todo momento en el cumplimiento celoso del deber más allá de cualquier consideración de índole personal. Hay que decirlo en su honor. Me trae el recuerdo de Perales (nombre cambiado), un compañero de campamento de cuando hice la mili. Un día el teniente de la compañía nos condujo a un lugar boscoso para un ejercicio táctico y nos repartió por los peñascos con la recomendación de pegarnos bien al terreno. A él le dijo: “Abra bien los ojos, Perales, no se le vaya a colar por las quebradas todo el ejército chino.” Los demás nos tumbamos y dedicamos hora y media larga al arte delicioso del escaqueo y la siesta del carnero. Acabado que fue el ejercicio, la compañía se reunió para regresar en formación a Robledo, y Perales se apresuró a dar el parte: “El ejército chino no ha comparecido, mi teniente.”
Hierro ama por un igual al Madrid, a la selección española y a la Federación que hasta ayer le daba de comer. Cuando se perpetraron los sucesos lamentables en los que estaban involucrados sus distintos amores, reservó su opinión y se mantuvo en posición de firmes a la espera de órdenes.
Las órdenes fueron que se hiciera cargo de la selección. Su satisfacción fue honda y plena, pero no se dejó cegar por los espejuelos de la fama. Él disponía de un grupo ganador y era heredero del trabajo admirable desarrollado antes por Julen Lopetegui. Si no se desviaba ni un tantico de lo programado, ganar el título mundial sería tortas y pan pintado.
El partido contra Portugal no fue del todo mal; el de Irán empeoró; el de Marruecos solo se salvó de la quema por un milagrito ajeno a la chequera de Florentino. Los chicos insistían hasta quedarse afónicos a su seleccionador en que era necesario rectificar el rumbo, pero en vano. Julen había señalado a De Gea para la portería y a Diego Costa para el centro del ataque, y así había de ser. Un equipo diseñado para correr y cazar a la contra a una Rusia con las líneas adelantadas y desprevenida. Una obra maestra táctica de Lopetegui.
Durante el partido Rusia no se movió de su parcela ni para ir a mear. El “grupo ganador” dio mil ciento y pico de pases para no llegar a ninguna parte. Los penaltis dictaron sentencia. “El partido se ha definido por pequeños detalles”, dijo Hierro en la rueda de prensa posterior.
Ahora se va porque nadie le ha pedido que se quede. Sabe que su momento pasó, su “ventana de oportunidad” se ha cerrado. Nadie va a darle las gracias por nada.
Se espera un sucesor al frente de la selección. Algunos hablan de Luis Enrique, pero personalmente no lo veo. Luis Enrique tiene mal genio e ideas propias. Es indisciplinado, poco amigo de escuchar las sugerencias llenas de buena intención que llegan del piso de arriba. Podría ser otro Luis Aragonés, el peor desastre disciplinario que ha padecido la Roja en toda la etapa posterior al día de gloria en que Marcelino le metió un gol a Rusia.
Mi sugerencia es que llamen para el cargo a Perales.


Posdata.- Apenas un par de horas después de colgado este post, se hace público que Luis Enrique será el nuevo seleccionador. No dirán luego que no se lo había advertido.