La Real Academia
Española tendrá que elegir entre el lenguaje inclusivo para la Constitución, y
la presencia en sus filas de Arturo Pérez Reverte. O lo uno, o lo otro, así lo
ha hecho saber el escritor en un tuit. Luego, in continente, ha hecho (se
supone) lo que el valentón de Cervantes: «Caló el chapeo, requirió la espada, /
miró al soslayo, fuese… y no hubo nada.»
Quizás Reverte tiene
una parte de razón, no lo sé. Es posible que la Docta esté en vías de legalizar
el uso de la expresión “miembras” de un colectivo cualquiera para designar a
las de género femenino, en contraposición a los “miembros” masculinos. Yo en
ese caso también me iría. Bueno, a decir verdad yo me iría en cualquier caso;
andar decidiendo sobre el uso correcto de las palabras y de las expresiones me parece
un trabajón de mucha fatiga y muy poco provecho. La cuestión de la
inclusividad, en concreto, me parece que depende más del contexto que del texto
mismo. En un congreso de mi sindicato, y siendo portavoz de Estatutos, me opuse
a una enmienda que sustituía la afirmación «Combatiremos toda explotación del
hombre por el hombre», por la formulación «Combatiremos toda explotación del
hombre y la mujer por el hombre y la mujer.» Argumenté que la primera redacción
era más concisa y, lo principal, sobreentendía sin problema lo que decía la
segunda redacción. Tuve unos pocos votos más a favor que en contra; pero no se trata
de una cuestión que se decida a los votos. Desde entonces, las mujeres han
seguido siendo más explotadas que sus compañeros. Quizás hacía falta llamar más
la atención sobre el problema.
Bastante más absurdo
es, en cualquier caso, el ultimátum de Esteban González Pons, portavoz del grupo
popular en la Unión Europea. Propone anular Schengen (para entendernos, el libre acceso de las personas a través de las fronteras intracomunitarias) mientras la justicia alemana no se pliegue
a la petición del juez Llarena sobre Puigdemont. A eso se le llama vulgarmente
romper la baraja. Dice Pons que es necesario un gesto así por dignidad y por
orgullo. Siguiendo la misma lógica, nuestra dignidad y nuestro orgullo heridos
deberían llevarnos a proponer la supresión de los Mundiales de fútbol de los
que hemos sido eliminados en los penaltis, en octavos de final. Si no vamos a ser nosotros los campeones, que no lo sea nadie.
Que aprendan los “hotros”
de una vez. Hay ofensas intolerables. Lo dijo el primero (como en tantas
ocasiones) Groucho Marx: «Jamás me rebajaré a ser socio de un club que esté
dispuesto a aceptar como socio a una persona como yo.»
Es más o menos la
posición en la que coinciden también Arturo Pérez Reverte y Esteban González
Pons.