Según Natalia
Junquera, articulista de elpais, el candidato a la presidencia del PP Pablo Casado
ha dado “un giro a la derecha” en sus planteamientos. ¿Desde dónde ha girado
entonces, por dios? Casado propone una “refundación” de su partido a partir de
algunas claves explícitas: liberalismo “sin complejos” (¿los ha tenido alguna
vez?), ilegalización de las formaciones independentistas, antiabortismo,
complacencia fiscal con los ricos y leña al mono para quienes no lo son. Falta
decir algo sobre la fiesta de los toros, las feminazis, las concertinas, “Franco
ese hombre”, y la práctica internacionalista del españoleo; pero está casi
todo. ¿Para qué refundar el partido con las mismas ideas de la caverna? No es
renovación, es rearme moral. A Esperanza Aguirre, que lleva en el invento más
años que el canalillo, le ha dado un subidón: «Acabo de votarle con mucha
ilusión», ha dicho con ocasión de las primarias.
Volvemos a la
Contrarreforma. La España eterna cabalga de nuevo, unánime, en esta ocasión no
contra los judaizantes clandestinos sino en contra de Soraya Sáenz de
Santamaría, la “otra” en la contienda, que solo ofrece para el envite más
experiencia, más eficiencia y más de lo mismo. «Quien pide un debate de ideas
no tiene ni idea», ha retrucado Santamaría, con mucha razón que no va a impedir
que probablemente sea barrida en esa convención sobre “principios y valores” propuesta
por Pablo (el “otro” Pablo, el de la derecha). ¡Discutir sobre valores en el
PP, lo último que nos faltaba por ver!
Dice Natalia
Junquera que el PP “se ha partido en dos”. Nada nuevo, tampoco. Siempre ha
habido dos PP, “el que muere y el que bosteza” según descripción gráfica de
Antonio Machado. Los varios pedazos del partido (nombre que ya lo dice todo, de
entrada) han ido funcionando un poco al albur, mal ensamblados por los artículos
no escritos del código del honor de Monipodio y por el principio jurídico riguroso
del do ut des, materializado en la
norma habitual e inveterada del tres por ciento.
Entonces, podemos
dar por descontado que la “batalla de las ideas” que propone Pablo Casado no
dará para mucho. No llegará al séptimo cielo, se quedará más verosímilmente en
la guardilla. No percutirá en el campus de
la Universidad de Harvard, es más probable que se quede en Aravaca.