martes, 24 de julio de 2018

JUEGOS DE GUERRA


Resulta que a fin de cuentas fueron Marta Pascal, Carles Campuzano y Jordi Xuclà, actuando como “patrulla nipona” al margen de las consignas de la superioridad, quienes desde Cataluña hicieron posible el éxito de la moción de censura de Pedro Sánchez que acabó inesperadamente con el gobierno de Mariano Rajoy. Carles Puigdemont no quería ese escenario. Sigue sin quererlo. Ha fulminado a Pascal de la dirección de su nuevo arrebato, la llamada Crida Nacional per la República, e impartido consignas tajantes al grupo parlamentario del PDeCAT en las Cortes madrileñas con la finalidad de endurecer la oposición al nuevo gobierno socialista. Su posición coincide al ciento por ciento con la del PP: esos presupuestos expansivos en el gasto social no deben ser aprobados bajo ningún concepto. Unas medidas de ese corte tenderían a mejorar de forma palpable la situación de la ciudadanía, y las dos ultraderechas en pinza, la madrileña y la catalana, ven esa eventualidad como el mayor peligro para su propia supervivencia.
“No dejes que la realidad te arruine un buen guion”, es una consigna de Hollywood adoptada a conciencia por el actual tsunami de la antipolítica, tanto en nuestro país como a lo largo y ancho del mundo. Puigdemont quiere demostrar que España es irreformable, y pone toda la carne en el asador a fin de torpedear las potenciales reformas desde la raíz misma. Casado, siguiendo la sugerencia de Santamaría cuando, viéndose ganadora del pulso, recetó a los socialistas paracetamol a espuertas, se empeñará en demostrar que nada se puede hacer en este país sin el PP (y con el PP tampoco). El fin proclamado de la política es el bien común; el de la antipolítica, los juegos de guerra.
Guerra por el poder, evidentemente. Por un poder descarnado, desnudo de todo tapujo. No un poder para hacer cosas, sino un poder para amedrentar. Para “desempoderar”, si se me permite el neo-neo-logismo.
Puigdemont ofrece como coartada para sus pretensiones una patraña, la independencia de algunos contra todos. Casado, otra patraña simétrica: los pretendidos valores en peligro de una patria inmemorial y ficticia, una patria que duerme el sueño eterno bajo la cruz de Cuelgamuros.
Los vientos de fronda preanuncian adelantos electorales. No hay mejor modo ─no hay otro modo─ de luchar contra la antipolítica que hacerlo con el voto. Este otoño va a traernos el momento idóneo para pasar de una vez la página de un ciclo político de pesadilla. Frente al dragón de una derecha tóxica que se afila y se revuelve enseñando garras y dientes, necesitaremos todos contar con una pizca de “polvo de hada”; es decir, con el poso de un programa de mínimos o con unos mínimos de programa que unifiquen los propósitos de unas izquierdas que son plurales y que no por coincidir en lo sustancial dejarán de serlo.