Desde tres observatorios
situados en puntos bastante distintos de la geografía política catalana se comenta
hoy críticamente la deriva alarmante de un soberanismo profundamente dividido,
así ideal como organizativamente, en busca de una “unidad” no basada en el
consenso sino en la eliminación pura y simple del disenso.
Francesc de
Carreras se refiere en elpais a la sentencia judicial que anula la decisión de
la UAB de prohibir una asociación estudiantil conectada a Sociedad Civil
Catalana. No había ninguna justificación democrática para vetar algo que está
en la calle legítimamente; solo un autoritarismo rancio, que en estas latitudes
se vendía como especie extinguida entre los “nuestros”. Quienes denuncian una opresión
centralista sobre las ansias de independencia de un pueblo, deberían examinar
con algún rigor este tipo de sucesos, si es que no quieren defender la libertad y la democracia solo para
los hunos, y de ninguna manera para los hotros.
Antón Costas en
lavanguardia recuerda la jornada parlamentaria del 7 de septiembre de 2017,
cuando se votaron, en contra de toda legalidad instituida, las llamadas “leyes
de desconexión”, lo que dio origen a la retirada del hemiciclo de la oposición,
y a un discurso memorable de Joan Coscubiela, que advirtió en términos muy
crudos a la exigua mayoría de la animalada que estaba haciendo. Los oídos
sordos de entonces no han dejado de generar en el tiempo nuevos y más malolientes
lodos.
José Luis López
Bulla, finalmente, en el blog vecino y amigo de esta casa, señala la alcaldada
tremebunda que supone cerrar el Parlament por reformas de la mayoría, y a
conveniencia exclusiva de esta. Mejor dicho, de una parte de esta. Se
trata en definitiva de, colocados enteramente de espaldas al país, solventar en
un OK Corral privado las diferencias entre la nueva Crida de Puchi, vencedor por
incomparecencia del pulso en la Asamblea del PDeCAT, y una ERC que cuenta con
mayores expectativas de voto popular en los sondeos y se resiste a ser
fagocitada por los modernos teóricos del arrebato.
Estamos de ese modo
en el final del camino que ha llevado del “entre tots ho farem tot” a un
caudillismo mesiánico de viejo estilo. Han sido muchos los colaboradores de este nuevo despotismo
ilustrado, y también han quedado en las cunetas los cadáveres de muchos y muy
diversos "traidores". El camino en cuestión ha sido tan largo y tortuoso, y tan
fatigoso, que son muchos los convencidos de no haber estado nunca “tan cerca”
del objetivo propuesto. Esa apreciación es falsa también. Como los israelitas
en la travesía del desierto, se ha andado en círculo, y la única diferencia en
relación con el que fue punto de partida de la movida, hace ya siete años, es que
en España ha cambiado el gobierno y existen perspectivas de diálogo acerca de las
cosas de la vida: la financiación, la autonomía, las competencias.
Para algunos
profesionales de los juegos de guerra, por ejemplo Jordi Sánchez, que así lo ha
manifestado hace muy poco, avanzar en la financiación, la autonomía y las
competencias supone retroceder. Retroceder, sin embargo, no en relación con
ninguna realidad comprobable, sino en relación con las expectativas grandiosas
del movimiento independentista en su conjunto.
La realidad es
tozuda, Jordi Sánchez. Lo dijo hace bastantes años un pensador al que tú no
frecuentas porque desdichadamente no era catalanista, solo internacionalista.