martes, 17 de julio de 2018

"MEJOR NO TOCARLO"


Pablo Casado no pagaría ni un euro por desenterrar a Franco. Yo, sí. Si las arcas del Estado están exhaustas y se hace necesario recurrir a una derrama o, como lo llaman ahora, un crowdfunding, estoy dispuesto a participar en la medida de mis posibilidades hasta una cantidad razonable. No me asustan los fantasmas, pero prefiero que la momia en cuestión ocupe un espacio privado y recoleto, que sus descendientes no farden de duquesas, que el franquismo residual no monte pollos televisados en Cuelgamuros ni ande agrediendo a fotoperiodistas por la calle. La libertad de expresión es un bien sagrado, pero hay un libertinaje de expresión que atropella las libertades de los demás, y eso sigue teniendo tufo a dictadura. Desterrar/desenterrar al dictador vale, en mi estimación, un euro por cápita de la ciudadanía, e incluso más.
Bien es cierto que podría pagarse la operación con las subvenciones que año tras año se vienen otorgando diz que graciosamente (en realidad no tienen ninguna gracia) a la Fundación Francisco Franco, una anomalía en la administración de los dineros públicos en toda Europa, un hito más y posiblemente el más espectacular de la marca “España y yo somos así, señora”.
Tantos años pasados de mayorías absolutas del PSOE no alcanzaron para eliminar estos resabios de franquismo político, y no estrictamente sociológico. Se creyó, e incluso se razonó, que era preferible mirar a otra parte, disimular hasta que muriese por sí misma la cizaña, falta de alimento, y el ameno pensil regresase por sí mismo al esplendor en la hierba y la gloria de las flores. «Mejor no tocarlo», fue la consigna entonces.
Observen las imágenes de la concentración en Cuelgamuros. Tomen nota del careto de ese otro borbón dispuesto a encaramarse a un trono potencial de una monarquía franquista. No miren a otra parte; todo este revuelo no es gratuito ni es anecdótico, está subvencionado con dineros públicos que no solo “no huelen”, como dejó sentado con desenfado en su día el emperador romano Vespasiano, sino que además han conseguido la rara propiedad de resultar invisibles en un entorno en el que nada pasa inadvertido para el omnímodo poder de las computadoras.
Igual que se han rastreado los dineros utilizados desde la Generalitat para financiar la puesta de urnas del 1-O sin que se notara apenas, igual son objetivamente localizables las fuentes de este tipo de eventos consuetudinarios reincidentes. Y no se trata de eventos meramente folklóricos; no mientras Franco siga enterrado bajo un monumento nacional y Queipo de Llano en una basílica. Cuando las dos momias ocupen el lugar que les corresponde, sí habremos entrado en el mundo variopinto del folklore. Viva el folklore.
Para conseguir ese modesto objetivo, estoy yo por mi parte dispuesto a rascarme el bolsillo. Pablo Casado no, pero yo sí pongo un euro por el desentierro.