Simetrías, reflejos
de espejos confrontados, muñecas rusas que asoman sucesivamente la una dentro de
la otra. Las dos grandes derechas españolas, la centralista madrileña y la
soberanista catalana, andan buscándose a sí mismas en congresos o congresillos
que vienen a ser laberintos por donde ánimas en pena avanzan arrastrando cadenas
judiciales en busca de una salida.
Los parecidos entre
una y otra derecha son muchos. Populares y convergentes fueron referentes de
sus respectivos campos de fuerzas, y ven crecer los enanos a su alrededor (ERC
desde hace ya tiempo, C’s en época muy reciente). Los líderes factuales de las
dos formaciones, Rajoy y Puigdemont, han quedado de pronto en situación de
fuera de juego, uno por un movimiento político, el otro por un interdicto
judicial. Se precisa un recambio, y ahí aparecen en el seno de ambas
organizaciones dos opciones diferenciadas: de un lado la reafirmación de los
principios ideales, y del otro el pragmatismo del trantrán
técnico-administrativo. Los líderes históricos, José María Aznar y Artur Mas,
actúan desde segunda línea, tal vez con la esperanza remota de un regreso triunfal
en algún momento imprevisible. Las opciones están divididas, los partidos están
partidos y ya no tienen la posibilidad de utilizar la argamasa del poder, de
los intercambios de favores y del cultivo de las clientelas, para forzar
lealtades duraderas en torno a líderes sólidos.
Todo está en el aire.
Cualquiera que sea el final de los actuales congresos o congresillos, estos tendrán
solo el carácter de unas primarias. Servirán para que los estados mayores revisen
y pongan al día una vez más el estadillo de los peones fiables, los dudosos,
los caragirados y los iscariotes; no para que uno de los bandos en presencia se
alce sobre los demás como primus inter pares.
El fuel para todas las alternativas posibles lo suministra la banca. La banca prefiere
seguramente el pragmatismo en el término medio-largo, pero no descarta ninguna
opción a corto plazo, todas son susceptibles de proporcionar réditos sustanciales
y es bien sabido que nunca es conveniente colocar todos los huevos en el mismo
cesto.
El otro poder
fáctico que alienta detrás de estas recomposiciones, la iglesia, no se juega
nada en el envite. Hay un sector eclesiástico ultramontano en España y un
sector eclesiástico soberanista en Cataluña, muy activos y combatientes. La
jerarquía no querrá dar pábulo a ninguno de los dos; su posición irá más bien
en el sentido de templar gaitas, desde la virtud tradicional de la prudencia. Luego,
con los mimbres que resulten elegidos en las diferentes eliminatorias, será cuestión de
hacer el cesto.
El mismo cesto de siempre. No esperen novedades en este aspecto.