El profesor Josep
Oliver analiza en lavanguardia (1) los datos macroeconómicos del empleo en
España, muy favorables en el segundo trimestre. “No es oro todo lo que reluce”,
advierte desde el título mismo. Hay avances en casi todos los parámetros,
incluido de forma muy significativa el de la feminización del empleo. El modelo
de crecimiento, sin embargo, no ha variado, y sigue siendo inadecuado en cuatro
grandes aspectos: 1, peso reducido del empleo industrial, estancado en un 14%
del total; 2, envejecimiento de la ocupación; 3, dependencia de la hostelería y
de los servicios públicos, que se llevan la parte del león del empleo nuevo; y
4, aumento nulo de la productividad.
El final de la
temporada turística traerá consigo, como todos los años, un bajón brusco de la
ocupación en la hostelería. El invierno será largo y crudo. Los presupuestos de
Pedro Sánchez, caso de que superen el obstáculo de las maniobras agresivas de PP-C’s,
tendrán efectos limitados, al incidir en las políticas sociales pero no en la
economía productiva. La curva del empleo volverá a descender. La ruptura con el
actual modelo de crecimiento solo llegará a partir de una apuesta firme por la “nueva”
economía productiva, que tiene poco o nada que ver con la industria pesada clásica,
la del acero y el carbón, y que, muy deficientemente implantada en nuestras
latitudes, precisa de fuentes de energía
limpias, de instalaciones desperdigadas en la geografía y trabajando en red (lo
que vendrá a sustituir a los clásicos “centros de trabajo”), y de una
planificación compleja y descentralizada de los procesos y de los objetivos, a
fin de permitir el máximo de eficiencia con el mínimo despilfarro de las
materias primas y el mínimo deterioro (o dicho en positivo, la máxima
optimización) del medio ambiente y de la calidad de vida.
En estos procesos
no serán las elites financieras las que tengan el poder exclusivo de decisión. Las
administraciones públicas en los niveles local, autonómico y estatal, habrán de
intervenir para incentivar, y para obligar en su caso, a las empresas a cumplir
con los objetivos de desarrollo sostenible, los parámetros medioambientales y
la aspiración común a una mayor igualdad.
Las administraciones
públicas no crecen en el páramo, la actividad organizada de la ciudadanía deberá
darles impulso y vuelo en esa tarea de dirección y control. Pero existe aún
otro factor importante, la fuerza de trabajo subalterno. Los trabajadores heterodirigidos
tienen acumulada y almacenada una sabiduría importante en el designio de
mejorar la productividad y dirigirla hacia objetivos colectivos y comunitarios.
En este terreno, hay dos condiciones de cumplimiento urgente para que las cosas
puedan salir medianamente bien: una es la extensión de los poderes de decisión
sobre los procesos industriales, desde el escalón “de mando” hacia abajo, de
modo que la experiencia concreta, el know-how,
de los estamentos técnicos intermedios, de los especialistas y de los
obreros no cualificados, tenga canales para ser atendida en los ámbitos de la “dirección”.
La segunda condición es la urgencia de una formación más comprensiva y adecuada
para los jóvenes, que ahora ven obstaculizado su acceso al trabajo, a cualquier
trabajo, pero que además pueden ser las víctimas de un recorte drástico de sus
oportunidades de futuro si no se les proporciona el aprendizaje necesario para la
utilización "inteligente" de las nuevas tecnologías. No solo a los “listos”, ojo; el
conocimiento de lo nuevo debe llegar a todos, desde la escuela, igual que el de
las letras y los palotes trazados a plumilla en otro tiempo.