No escucho otra
cosa en estos días.
Bueno, es cierto
que yo escucho poco, mis performances auditivas no son para tirar cohetes; pero
es que Carmen tampoco.
Manel Valls, ese
catalán transpirenaico irredento, dio una conferencia hace pocos días sobre el
tema del caos existente en Barcelona y sobre la inutilidad manifiesta de Colau
para remediarlo. Qué quieren que les diga, a mí Barcelona me parece bien como
está, incluso si hay momentos en que los taxistas “azuzados por Colau” ocupan
la Gran Vía; y puestos a señalar inutilidades manifiestas en las instancias
dirigentes de la catalanidad de ahora mismo, lo de Ada Colau, se mire el caso
como se mire (la huelga del taxi, los belenes de plaza Sant Jaume, el proyecto
de tranvía Esplugues-Besós…), parece mera evanescencia al lado de otras inutilidades
patológicas ancladas en el otro lado de la plaza Sant Jaume, en el Parlament de
Ciutadella e incluso en Flandes, ese Plat
Pays al que cantó Jacques Brel con tanto sentimiento (Avec le Puigdemont comme unique montagne…, etc.)
No es solo cosa de
Valls. Un hombre de la radio tan ponderado habitualmente como Josep Cuní
desentierra cada mañana una nueva pulla contra la alcaldesa. Colau no tiene
remedio, es su diagnóstico.
Cualquiera pensaría
que se trata de una casualidad. A mí me suena más bien a consigna. En otra
ocasión (1) me he referido a lo que ocurrió cuando Colau dio permiso para una
instalación artística en el Fossar de les Moreres. El acontecimiento pasó
inadvertido durante algunos días, y a partir de cierto momento devino en
agravio intolerable a las esencias y generó una catarata de tuits, todos ellos
concebidos en términos iguales o muy parecidos.
Ahora los conjurados
para la implementación de la República, hartos de pelearse entre ellos y de
subdividirse hasta el extremo de que el trencadís
del catalanismo ha degenerado en trencadissa,
han encontrado el chivo expiatorio ideal para sus calamidades. Se llama Ada
Colau.
“Es la que mueve
los hilos”, oigo a uno. “No puedo aportar pruebas aún, pero ella es la que está
detrás”, escucho a otro. Los Comuns no consiguen consensuar los Presupuestos catalanes,
y no es por falta de disposición, ustedes saben que Jésica Albiach no es
sospechosa de reticencias hacia la Gene. Ella dice que no les han dado cifras
concretas de nada (¿qué son unos presupuestos sin cifras, sino una pasión inútil,
que diría Sartre?) ni han querido mover su punto de partida un solo milímetro
en favor de una disposición más social de las cuentas ocultas.
Desde la otra parte
se ha argumentado de modo diferente: la culpa la tiene Colau.
Estamos aún en
enero. Esto va a seguir hasta mayo. No en el nivel actual: con una escalada
progresiva de acusaciones sin fundamento y de presupuestos sin cifras.
Con
triunfo por goleada del “relato” por el relato. Del cuento de hadas hemos
pasado al cuento de Ada. Ada es la bruja Piruja, en este cuento recosido a
retales de papel de estraza por personas convencidas de que es posible
implementar una República digital mediante unas herramientas virtuales de
manipulación colectiva forjadas a partir del material con el que se fabrican los sueños.