Yo apuntaba ayer a
que el acuerdo Carmena-Errejón tenía pinta de ser un buen acuerdo. Resulta que
era una traición infame.
¿De verdad?
Me había parecido
que las confluencias estaban incorporadas al ADN del joven partido de Pablo
Iglesias. Tenía entendido que Manuela era la niña de los ojos de la dirección
podemita, y el Ayuntamiento de Madrid, la Joya de la Corona. De otro lado, no
era suposición mía sino letra escrita en tinta de imprenta que Íñigo Errejón es
el candidato de Podemos a la Comunidad de Madrid.
Sumado todo lo
cual, las cuentas salían: la alianza Carmena-Errejón (Más Madrid-Podemos) era un paso en la buena
dirección.
Un Gran Paso, en
mayúsculas, dado el panorama político complicado, para expresarlo con finura,
que tenemos en la perspectiva inmediata.
Había que leer la letra
pequeña, sin embargo. La idea no era apoyar a Sánchez sino presionar a Sánchez,
ocupando cuantos más espacios de poder, mejor. Ir más allá del actual gobierno
socialista en precario. Desde esta perspectiva, debilitar a Carmena no sería un
precio excesivo para acabar definitivamente
con Errejón, que es un podrido socialdemócrata.
Gran estrategia. Lo
que sea luego del Ayuntamiento y de la Comunidad de Madrid, y de toda la cola
que cuelga detrás, es pecata minuta.
La percepción del electorado,
sin embargo, es que lo que está detrás de este curioso caso es el reparto de la
piel del oso (las posiciones de poder) mucho antes de cazarlo. Con algo más como añadidura: un ramalazo
de soberbia del macho alfa de la formación, debido a un ataque de cuernos.
Después de años ya de ninguneo de Íñigo, ahora no soporta que este quiera más a
Manuela que a él.
Dice la Ley de
Murphy, una ley más seria y contrastada científicamente que la de la gravedad,
que si una situación es susceptible de empeorar, empeorará. El pronóstico,
entonces, es claro pero bicorne. Los optimistas sostienen que empeorará aún “un
poco” más; los pesimistas, que empeorará “mucho” más.
Enric Juliana
recuerda hoy en lavanguardia la bofetada que Luis Araquistáin, del ala radical
del PSOE, propinó en una sesión de las Cortes a Julián Zugazagoitia, del ala
moderada. Transcurría el mes de mayo de 1936. La situación era mala para las
izquierdas entonces, pero convendremos todos en que podía empeorar aún mucho
más.
Si la tostada cae
al suelo, siempre lo hace por el lado de la mantequilla.