lunes, 21 de enero de 2019

ALABANZA DE LO CONCRETO


Algunos de los tenores de moda están desafinando en el fraseo del “relato” que desean transmitirnos conforme a las partituras establecidas. Es improbable que el arrebato de Pablo Casado en la convención del PP reúna al partido alrededor de su propuesta, sobre todo porque su propuesta no ha aparecido por ninguna parte. Su monólogo se ha dirigido a convencer a la audiencia de que no hacen falta iniciativas tediosas de gobierno de las cosas, sino que lo importante es la idea central que lo abarca todo, convenientemente despojada de toda contaminación práctica.

Es como si Eugenio nos dijera desde su eterno taburete: “Saben aquel que dice no me acuerdo qué pero era la monda, oigan.” El público no sabría si reír o llorar.

De forma en cierto modo opuesta a Casado, el otro Pablo en el candelero no está consiguiendo evitar una chamusquina generalizada debida a la sensación de que la “traición” de Íñigo no lo ha sido a las líneas directrices de la formación en la que ambos militan hasta el momento, sino a sus reglamentos; no a las políticas a medio plazo que se proponen, sino al liderazgo personal establecido numéricamente de forma irrebatible en Vistalegre II.

Lo que ha hecho Íñigo está mal porque no era él el señalado por el escalafón establecido para hacerlo.

Pero esto no va de títulos deportivos ni de trofeos ganados en lides electorales, sino de lo que colectivamente se propone en concreto para Madrid-ciudad y para Madrid-comunidad, después de desmenuzar la red tupida de correspondencias que existen entre ambas.

En tiempos solíamos calificar como “los del piñón fijo” a quienes tenían ese prurito irreprimible de atender a las formas y las jerarquías prescritas, y omitían en cambio, o no llegaban siquiera a percibir (también decíamos de ellos “los del vuelo rasante”), la perspectiva a largo plazo que solo emerge de los asuntos inmediatos si se examinan estos desde una altura analítica superior.

Comprendo que al razonar de este modo estoy asumiendo la posición del eterno pejiguera. Nunca me conformo. Critico a quien subraya la idea última y no precisa las formas de alcanzarla, y critico también al que, por el contrario, bloquea cualquier posible vía hacia la consecución de los objetivos últimos si esta no es conforme a las premisas reglamentariamente estipuladas.

Quizá la clave de todo el asunto está en esta formulación reciente del maestro Antonio Baylos: «La política sirve para cambiar las cosas en lo concreto.» No se me escapa el parentesco de tal pensamiento con el letrero que tenía colgado Bertolt Brecht, delante de su mesa de trabajo en el exilio danés, en el que había escrito lo siguiente: «La verdad es concreta.»