Gran satisfacción
en la prensa generalista: el paro retrocede y el empleo avanza incontenible.
¡Por sexto año consecutivo! El sector público lidera la creación de empleo; la
industria pierde personal, pero la pujanza del sector servicios absorbe el auge
de la demanda laboral consecuente al aumento de la población activa en la fase
expansiva del ciclo.
No se precipiten a
descorchar el champaña; hay un malentendido de fondo. La alta dirección
empresarial, bancaria y de la prensa escasamente canallesca, está haciendo juegos
malabares con conceptos abstractos; y con esa vistosa exhibición de destreza
está cubriendo al mismo tiempo con el famoso velo de Isis los misterios que
ocurren realmente en los laberintos subterráneos del Templo de la Economía
Boyante.
Creación de empleo significa
tan solo multiplicación de contratos de trabajo; nadie añade al sustantivo “empleo”
el adjetivo “duradero”, que sí supondría un avance. Algo parecido ocurre con
los conceptos de “masa salarial”, “horario de trabajo” e, incluso, “salario
mínimo interprofesional”. Las cifras de las listas de empleo son meras metáforas.
Las personas reales desaparecen de las listas del paro no cuando consiguen
empleo, sino meramente cuando siguen un cursillo. El cursillo en cuestión tampoco
les capacita para optar a empleos de mayor responsabilidad y mejor pagados porque,
sencillamente, ese tipo de empleos no se está creando. Todo es estacional,
provisional, precario y a tiempo parcial. Calificativos poco lucidos todos
ellos, que se dejan ocultos en la profusión de alharacas desplegadas en las
primeras páginas de los periódicos que se felicitan y nos felicitan por la actual
bonanza económica patrocinada por el gobernador del Banco de España y las
diferentes y coincidentes troikas.
En el Guardian, mientras tanto, aparece una
noticia que viene a completar una reflexión aparecida hace algún tiempo en esta
bitácora (1). Ocurre, al parecer, que los monos que se pierden en invierno en
Malaisia ya no son repatriados en trenes a sus selvas de origen. El crecimiento
elefantiásico de Kuala Lumpur restringe cada vez más los espacios selváticos, y
los monos perdidos y privados de billete de vuelta se han adaptado al nuevo
hábitat: se han urbanizado. Y ahora el problema es que bandas de monos
agresivos asaltan a los transeúntes y les despojan de la comida que puedan
llevar, como objetivo preferente, y de cualquier otra cosa a falta de comida.
Es un ejemplo de la
flexibilidad y la plasticidad de la naturaleza: si no le es posible seguir
llevando una existencia pacífica y el struggle
for life le impone un cambio radical de hábitat y de conducta, el animal se
adapta a la nueva situación. No de la forma que desearía la gobernanza
neoliberal de los destinos de la aldea global; pero se adapta.
Por debajo del velo
de Isis que protege los misterios de la fuerza de trabajo en España, está
ocurriendo lo mismo. No es que se trabaje en negro como sostienen algunos
sociólogos; por lo menos, no es que se trabaje “mucho” en negro. Es que hasta
cinco de esos flamantes nuevos empleos tan publicitados los desempeña una sola
persona; y aun entonces, le cuesta sobrevivir de forma digna hasta el final de
mes.
Y la cosa puede ir
a peor, si el gobierno no atiende las llamadas urgentes de atención de los
sindicatos y los movimientos sociales, para reformar de forma drástica las
reformas laborales.
Sin miramientos ni
contemplaciones hacia unas patronales miserables empeñadas en convertirnos de grado o por la fuerza en
el bar de copas de Europa.