martes, 29 de enero de 2019

LA VENGANZA DE LOS MONOS


Gran satisfacción en la prensa generalista: el paro retrocede y el empleo avanza incontenible. ¡Por sexto año consecutivo! El sector público lidera la creación de empleo; la industria pierde personal, pero la pujanza del sector servicios absorbe el auge de la demanda laboral consecuente al aumento de la población activa en la fase expansiva del ciclo.

No se precipiten a descorchar el champaña; hay un malentendido de fondo. La alta dirección empresarial, bancaria y de la prensa escasamente canallesca, está haciendo juegos malabares con conceptos abstractos; y con esa vistosa exhibición de destreza está cubriendo al mismo tiempo con el famoso velo de Isis los misterios que ocurren realmente en los laberintos subterráneos del Templo de la Economía Boyante.

Creación de empleo significa tan solo multiplicación de contratos de trabajo; nadie añade al sustantivo “empleo” el adjetivo “duradero”, que sí supondría un avance. Algo parecido ocurre con los conceptos de “masa salarial”, “horario de trabajo” e, incluso, “salario mínimo interprofesional”. Las cifras de las listas de empleo son meras metáforas. Las personas reales desaparecen de las listas del paro no cuando consiguen empleo, sino meramente cuando siguen un cursillo. El cursillo en cuestión tampoco les capacita para optar a empleos de mayor responsabilidad y mejor pagados porque, sencillamente, ese tipo de empleos no se está creando. Todo es estacional, provisional, precario y a tiempo parcial. Calificativos poco lucidos todos ellos, que se dejan ocultos en la profusión de alharacas desplegadas en las primeras páginas de los periódicos que se felicitan y nos felicitan por la actual bonanza económica patrocinada por el gobernador del Banco de España y las diferentes y coincidentes troikas.

En el Guardian, mientras tanto, aparece una noticia que viene a completar una reflexión aparecida hace algún tiempo en esta bitácora (1). Ocurre, al parecer, que los monos que se pierden en invierno en Malaisia ya no son repatriados en trenes a sus selvas de origen. El crecimiento elefantiásico de Kuala Lumpur restringe cada vez más los espacios selváticos, y los monos perdidos y privados de billete de vuelta se han adaptado al nuevo hábitat: se han urbanizado. Y ahora el problema es que bandas de monos agresivos asaltan a los transeúntes y les despojan de la comida que puedan llevar, como objetivo preferente, y de cualquier otra cosa a falta de comida.

Es un ejemplo de la flexibilidad y la plasticidad de la naturaleza: si no le es posible seguir llevando una existencia pacífica y el struggle for life le impone un cambio radical de hábitat y de conducta, el animal se adapta a la nueva situación. No de la forma que desearía la gobernanza neoliberal de los destinos de la aldea global; pero se adapta.

Por debajo del velo de Isis que protege los misterios de la fuerza de trabajo en España, está ocurriendo lo mismo. No es que se trabaje en negro como sostienen algunos sociólogos; por lo menos, no es que se trabaje “mucho” en negro. Es que hasta cinco de esos flamantes nuevos empleos tan publicitados los desempeña una sola persona; y aun entonces, le cuesta sobrevivir de forma digna hasta el final de mes.

Y la cosa puede ir a peor, si el gobierno no atiende las llamadas urgentes de atención de los sindicatos y los movimientos sociales, para reformar de forma drástica las reformas laborales.

Sin miramientos ni contemplaciones hacia unas patronales miserables empeñadas en convertirnos de grado o por la fuerza en el bar de copas de Europa.