viernes, 25 de enero de 2019

MANUAL DE SUPERVIVENCIA



Filoctetes abandonado en Lemnos, en la decoración de un lekythos (vasija) conservado en el Metropolitan Museum de Nueva York, datado hacia 420 a.C. Son visibles la venda en el pie herido, y el arco de Heracles con su carcaj, en primer plano.

Será bueno que la buena gente de Podemos no se enrede en aporías. La dimisión de Ramón Espinar, hoy mismo, ha venido a demostrar el funcionamiento riguroso de la Ley de Murphy, avanzado ya en su momento en estas mismas páginas (1). A saber, cuando una situación determinada es susceptible de empeorar, en efecto empeora.

Así, el pulso con Manuela Carmena por la candidatura municipal de Madrid, tratando de imponerle acompañantes que no quería en perjuicio de las/los compañeras/os con quienes había compartido el éxito de la legislatura anterior, forzó el desmarque estratégico de Íñigo Errejón, que se sintió demasiado incómodo y presionado en su papel de candidato abocado al fracaso en la Comunidad. La reacción furibunda contra Errejón desde las alturas olímpicas de la dirección nacional, inyectando más presión a la organización para competir electoralmente con Más Madrid (una aberración, se mire como se mire), ha desequilibrado ulteriormente el dominó estratégico, y forzado a Espinar a tirar la toalla. “No Podemos”, es casi literalmente su confesión.

Todo este mejunje puede recomponerse, en mi modesta opinión, si entre todos Podemos encaminarlo en una dirección distinta de la de un recital consabido de egos heridos de susceptibilidad. Los Unidos han dado ya algún paso tentativo para liberarse de la férula que les oprime, y buscan un acercamiento a Más Madrid al tiempo que consideran sin efecto el pacto al que llegaron con la dirección nacional de Desunidos No Podemos.

Se trataría ahora de poner en línea a Carmena, Errejón, Garzón, Iglesias, Montero y Rodríguez (don Julio). Esta es una situación en la que todos son necesarios.

En la antigüedad mítica el astuto Odiseo (Ulises) vio cómo, después de muchos años de guerra baldía en Troya, cundía la desmoralización en el campamento griego.

Hacía falta un revulsivo salido del banquillo para inclinar la balanza de un partido desfavorable a los atacantes. Odiseo se acordó entonces de Filoctetes, el guerrero heredero del arco de Heracles, que había sido abandonado por la expedición en la isla de Lemnos porque, mordido en el pie por una serpiente venenosa, despedía una pestuza poco agradable para las rectas narices helénicas.

El "Astucísimo", como le llama Homero, tiró en la ocasión de manual de supervivencia para conjurar la crisis. Convenció a Neoptólemo (el “Joven Guerrero”, sobrenombre de Pirro, hijo del fallecido Aquiles) para ir juntos a buscar al héroe olvidado pero necesario. Para entonces, Filoctetes odiaba a todos los griegos, y se negó a acompañarles. Hubo de intervenir desde los cielos Heracles y hacerle ver que, sin su participación, los augurios y las viejas profecías no podrían encontrar adecuado cumplimiento.

Filoctetes se presentó ante Troya con sus dos valedores, y de buenas a primeras un certero flechazo suyo acabó con Paris, y la guerra entró en su fase final.

Es de lo que se trata ahora, si se me da como válida la atrevida licencia poética de llamar Troya a la Comunidad de Madrid.