Pere Jódar y Jordi
Guiu han publicado un libro básico sobre el paro: Parados en movimiento. Historias de dignidad, resistencia y esperanza (Icaria,
Barcelona, 2018). Su columna vertebral son las entrevistas realizadas a partir
de 2015 a trabajadores parados (no es un oxímoron, sostienen los autores; los
parados son de hecho trabajadores por vocación y por intención, la condición de
parados es una circunstancia que se sobrepone de forma bastante brutal a su
esencia de personas trabajadoras punto), en diversos escenarios: primero a través
de la Assemblea de los jueves en el Pou de la Figuera; luego mediante la
Fundación Paco Puerto de CCOO de Catalunya, y finalmente en los centros de
formación vinculados a Barcelona Activa y Grameimpuls de Santa Coloma de
Gramenet. Las entrevistas se extendieron también a algunos técnicos,
sindicalistas y expertos, para obtener una idea más precisa de la realidad
tratada, de su volumen y sus contornos.
Las historias
recogidas desmontan toda una nutrida colección de clichés utilizados por las
autoridades (in)competentes para calificar el fenómeno del paro y su etiología,
sus causas y sus efectos. No es posible resumirlo todo en un post; es necesario
leerlo para creerlo.
Me limito, en esta
primera cala al fenómeno, a una constatación objetiva: el paro genera empleo,
el tratamiento del paro desde la administración en sus diferentes niveles da
trabajo a muchas personas y eso es en sí mismo un hecho positivo, aunque de trascendencia escasa en la magnitud del problema global.
Porque se da además una
desviación sutil en ese tipo de trabajo generado por el paro. Dando por descontada la buena fe de
los/las responsables de la proliferación de entrevistas, cursillos y sesiones
varias a las que son sometidos los parados inscritos en las listas de demanda
de empleo, el objetivo al que se dedican es paliativo y de reconducción del
problema, pero no va dirigido a la generación de empleo.
Porque el empleo se
genera en otros lugares, y sobre esos lugares no hay una atención sostenida capaz
de promover una actitud diferente por parte de los dadores de empleo. Me
permito una cita del libro al respecto. Habla una mujer inmigrada con experiencia
en un rosario de empleos precarios jalonados por periodos variables de desempleo: «En general creo que deben mejorar las
condiciones de trabajo, las leyes son insuficientes. Alguien ha de estar
pendiente para que las cumplan. No cumplen nada, firmas el contrato, está ahí,
pero la realidad es otra cosa.» (p. 130)
«La realidad es
otra cosa.» Pero lo que les repiten machaconamente en las oficinas, en las entrevistas
y en los cursillos es: «esto es lo que hay», «hay gente que está peor que tú»,
y «si no encuentras trabajo, la culpa es tuya».
Los cursillos de
formación no suponen una labor de reciclaje de conocimientos técnicos adecuados
a las nuevas circunstancias tecnológicas. Lo que se enseña sobre todo es a
hacer de forma correcta y atractiva los currículos, y a dar lo mejor de sí en
las entrevistas de trabajo. El mismo cursillo se repite varias veces para las
mismas personas, sin provecho para nadie más que para el profesor, que cobra. Eso
sucede por dos razones: a) porque la asistencia al mismo es obligatoria, so
pena de perder derechos eventuales a ayudas; b) porque las personas que asisten
a un cursillo dejan de constar como desempleadas en ese periodo de tiempo, de
modo que una proliferación de cursillos, por inútiles que resulten, tiene
efectos positivos en las estadísticas de parados.
Es la pescadilla que
se muerde la cola. Solo que esa situación produce en las personas sometidas a
ella trastornos diversos de la salud física y mental; y a la larga una “corrosión
del carácter”, como señaló Richard Sennett en un libro ya clásico.
Lo que quiere decir
que el avance de la economía liberal en el siglo XXI va dejando en la cuneta a
un número creciente de personas marginadas de por vida de la vida real. Los
mecanismos del estado del bienestar aún no han encontrado remedio para este
problema, y es muy improbable que la solución pueda llegar a través de nuevas leyes,
reglamentos y directivas burocráticas.