sábado, 26 de enero de 2019

LAS ASIMETRÍAS DE LA UNIÓN EUROPEA


Andrea Rizzi publica un vistoso trabajo en elpais con un gancho especial en el titular: «¿Por qué el Norte de Europa confía más en la UE que el Sur?»

Se trata, sin embargo, de una pregunta mal planteada. El artículo contiene mapas coloreados y diversos gráficos muy explicativos, y desarrolla una argumentación bastante lógica. De lo que se dice y lo que se muestra, la conclusión más razonable es que el Norte de Europa confía en la UE, sí, pero “tal como es ahora”, y debido sobre todo a que desconfía de la otra parte de Europa: del Sur, tipificando y simplificando el problema.

A la inversa, el Sur se siente perjudicado por la actual estructura de la Unión, y aunque no es menos “europeo” que el Norte, sí desearía cambiar los actuales parámetros de convivencia.

Una frase avala esta interpretación. Dice Rizzi: «Algunos observadores creen que los hanseáticos son la avanzadilla del ala dura alemana para frenar la reforma del área monetaria común. Comparten instintos liberales, austeros y una profunda desconfianza en mancomunar más con el Sur.»

Los “hanseáticos” son Holanda en primer lugar, y tras ellos los países nórdicos y los bálticos. Al hilo de las vicisitudes del Brexit, el eje anterior Berlín/Londres, mucho más importante que el francoalemán en la determinación de las políticas comunes, tiende a ser sustituido por un eje Berlín/Amsterdam.

El Norte se desentiende del problema migratorio, favorece la creación de barreras virtuales internas en el espacio común, y tiende a considerar la Unión como un área prioritaria de negocios, no como una comunidad política. La confianza que muestra estadísticamente hacia Europa lo es más bien hacia las instituciones europeas tal como están configuradas. La nueva Liga Hanseática es, dice Rizzi, la “avanzadilla de la mano dura” alemana dirigida a frenar la reforma de la moneda común.

Una característica de este frente duro anti-reformas es su coherencia. En cambio los países mediterráneos, con unas tasas de paro más altas que en el Norte y un crecimiento inferior, carecen de una estrategia común hacia Europa e incluso de un proyecto europeo reconocible.

Sería importante corregir a tiempo esa deficiencia, porque de otro modo la Europa de dos velocidades se va a implantar por la vía de los hechos. En la cadena global de valor el Norte, con o sin la Gran Bretaña que empieza a comprobar los inconvenientes de querer volar sola, ocupará las posiciones más destacadas, mientras el Sur se situará a la cola, sin más consuelo que unos fondos de cohesión crecientemente recortados. Un futuro poco halagador, que propulsa el euroescepticismo en las latitudes mediterráneas y puede llevar en un futuro próximo a un refuerzo de las posiciones lepenianas y salvínicas tendentes a romper la baraja.

En nuestro país, el peligro de marginación es aún más acentuado, pero no hay síntomas de que se desee romper la baraja. En palabras del filósofo José Antonio Marina, nuestro destino si no enderezamos el rumbo del aprendizaje y del empleo, es convertirnos en el bar de copas de Europa.

Nuestra entrañable ultraderecha está en ello. Dispuesta a ofrecer a la Europa del frío, luterana y liberal, no solo barra libre en cuanto a las copas, sino un pack turístico completo que incluya las procesiones sacras, las romerías, las cacerías de perdices y las corridas de toros.