Los sindicatos
mayoritarios convocan movilizaciones. Se trata de que el gobierno cumpla
compromisos asumidos ante los trabajadores. Estamos hablando de derechos, de
salarios, de pensiones, de fijeza, de horarios, de control. Las patronales ni
han asumido esos compromisos, ni han dejado de asumirlos de una forma tajante y
definitiva. Están en tácticas dilatorias. Las tácticas dilatorias tienen
ventajas indudables; por ejemplo, el ex presidente de la Comunidad de Murcia ha
salido absuelto recientemente gracias a un empleo masivo de ese recurso y a la
inacción, o “incomprensible dejadez” (no tan “incomprensible”, apostillo), por
parte de los jueces, que no han guardado en este tema lo que en los códigos
se llama “diligencia debida” atribuible, como unidad de medida o piedra de
toque, al “buen padre de familia”.
Por la vía de las
tácticas dilatorias, impulsadas con mano diestra en más de un sentido, fenecen miles de recursos y
cientos de miles de reclamaciones, tanto en el universo judicial como ─más aún─
en el administrativo. Se promete que se hará tal cosa, pero los trámites se eternizan
porque unas afanosas hormiguitas van poniendo estratégicos granitos de arena en
el mecanismo, aquí y allá.
Si la suerte les acompaña a
tope, las afanosas hormiguitas de las patronales se verían liberadas de
engorrosos compromisos en el tema laboral por la esperada carga a tumba abierta
de la brigada ligera que ha dado el primer golpe de mano en Andalucía. Por consiguiente,
se trata para la flor y la nata de los empresarios de ganar tiempo de aquí al
mes de mayo, dejando mientras tanto maniatado al gobierno con la interposición
de nuevos trámites previos y la petición de alargamiento de los plazos
establecidos. El gobierno, claro, no querrá aparecer bajo un manto dictatorial;
y detrás de las mesas negociadoras de las patronales, en la sombra de los
pasillos, aguardan poderes fácticos muy consolidados, a los que no conviene
desoír.
El movimiento convocado
por los sindicatos es necesario; es urgente; es útil; debe ser masivo. No son
los tres capitostes de la brigada ligera los que han de marcar el timing de la
política, fijando a las fuerzas gubernamentales en las trincheras de su ineficaz línea
Maginot. Las cosas han pasado hace ya mucho tiempo de castaño oscuro para los
trabajadores, sometidos a la presión diaria de la precariedad. Se han cruzado
todas las líneas rojas, y se ha ignorado mil veces la Constitución que con tanto
empeño se esgrime. Esto no da para más.
Bienvenida sea, así
pues, la convocatoria sindical. Todos nos veremos las caras con la brigada
ligera allá por mayo, pero mientras tanto hay una batalla importante que dar.
No vamos a
quedarnos cruzados de brazos esperando a los ultras.