La actualidad ha
adquirido un regustillo retro. Por ejemplo, el PP está haciendo esfuerzos por
conseguir los votos de Vox para la Junta de Andalucía, y oferta con ese fin legislar
sobre la violencia de género inversa. O sea, para que lo entiendan aunque concedo
que es difícil de entender: se trata de proteger a los varones de los malos
tratos que les deparen las mujeres, esas pécoras.
Es decir, «vuelve
el hombre», pero paradójicamente empequeñecido por las lobas feminazis que, puestas
a no respetar nada, asaltan con violencia incluso el íntimo y delicado santuario
de la virilidad.
De otro lado
tenemos a Santiago Cantera, abad de Cuelgamuros, que se ampara en la
inviolabilidad de santuarios de otro tipo y niega al gobierno rojo de Sánchez el
acceso a los restos del Caudillo, que aquel tenía la intención de exhumar.
Postura gallarda la del benedictino, consciente de la fuerza de persuasión de
la jerarquía eclesiástica, si más no, en las urnas inminentes.
Son retazos de una vieja
canción casi olvidada pero cuya tonada nos suena a conocida. Hay en ella épica
y contraépica a un mismo tiempo; y asimismo un toque epifánico por derecho
divino. Para entenderlo mejor podemos recurrir a Manuel Vázquez Montalbán, que se
expresó así, hablando de los viejos tiempos, en La literatura en la construcción de la ciudad democrática (Crítica,
1998):
«Como concepción total de la cultura, el franquismo
al día siguiente de su victoria plantea una política cultural basada en la falsificación
del lenguaje y de la historia, el secuestro de la memoria de España vencida u
ortodoxa, el monopolio factual de todo aparato de creación de conciencia …
Plantea una propuesta cultural omnívora: literatura épico-imperial, cine
épico-imperial, arquitectura monumentalista épico-imperial y arquitectura civil
nacional-agraria, artes plásticas figurativo-epifánicas, secuestro de la
cultura de mensajes: medios de comunicación de masas.»
Ese es el trasfondo
preciso y transparente de la propuesta política que se nos viene arreando desde
la derecha, con algunas esfumaturas diferenciales de escasa trascendencia entre
sus distintos vehículos.
Todavía está por
testar la fuerza electoral de este robusto muelle de propulsión hacia atrás. En
todo caso, parece lícito plantearse algunas dudas sobre la resistencia de
materiales que pueden ofrecer, frente a este ariete manejado a seis brazos y tres voces, unas
organizaciones de izquierda aún dubitativas sobre el camino a seguir, y demasiado
anémicas en lo que se refiere a teoría propositiva con la que reunificar a una
ciudadanía fragmentada.