viernes, 4 de enero de 2019

VUELVE LA MODA DE LA ÉPICA Y LAS EPIFANÍAS


La actualidad ha adquirido un regustillo retro. Por ejemplo, el PP está haciendo esfuerzos por conseguir los votos de Vox para la Junta de Andalucía, y oferta con ese fin legislar sobre la violencia de género inversa. O sea, para que lo entiendan aunque concedo que es difícil de entender: se trata de proteger a los varones de los malos tratos que les deparen las mujeres, esas pécoras.

Es decir, «vuelve el hombre», pero paradójicamente empequeñecido por las lobas feminazis que, puestas a no respetar nada, asaltan con violencia incluso el íntimo y delicado santuario de la virilidad.

De otro lado tenemos a Santiago Cantera, abad de Cuelgamuros, que se ampara en la inviolabilidad de santuarios de otro tipo y niega al gobierno rojo de Sánchez el acceso a los restos del Caudillo, que aquel tenía la intención de exhumar. Postura gallarda la del benedictino, consciente de la fuerza de persuasión de la jerarquía eclesiástica, si más no, en las urnas inminentes.

Son retazos de una vieja canción casi olvidada pero cuya tonada nos suena a conocida. Hay en ella épica y contraépica a un mismo tiempo; y asimismo un toque epifánico por derecho divino. Para entenderlo mejor podemos recurrir a Manuel Vázquez Montalbán, que se expresó así, hablando de los viejos tiempos, en La literatura en la construcción de la ciudad democrática (Crítica, 1998):

«Como concepción total de la cultura, el franquismo al día siguiente de su victoria plantea una política cultural basada en la falsificación del lenguaje y de la historia, el secuestro de la memoria de España vencida u ortodoxa, el monopolio factual de todo aparato de creación de conciencia … Plantea una propuesta cultural omnívora: literatura épico-imperial, cine épico-imperial, arquitectura monumentalista épico-imperial y arquitectura civil nacional-agraria, artes plásticas figurativo-epifánicas, secuestro de la cultura de mensajes: medios de comunicación de masas.»

Ese es el trasfondo preciso y transparente de la propuesta política que se nos viene arreando desde la derecha, con algunas esfumaturas diferenciales de escasa trascendencia entre sus distintos vehículos.

Todavía está por testar la fuerza electoral de este robusto muelle de propulsión hacia atrás. En todo caso, parece lícito plantearse algunas dudas sobre la resistencia de materiales que pueden ofrecer, frente a este ariete manejado a seis brazos y tres voces, unas organizaciones de izquierda aún dubitativas sobre el camino a seguir, y demasiado anémicas en lo que se refiere a teoría propositiva con la que reunificar a una ciudadanía fragmentada.