Un tipo determinado
de sabiduría popular sostiene que siempre habrá ricos y pobres. Se puede estar
de acuerdo, como con todas las verdades de Perogrullo. Los desacuerdos empiezan
en el momento de determinar cuán ricos han de ser los ricos, y cuán pobres los
pobres. O cuántos deben ser los ricos capaces de costearse el pasaje en el Arca
de Noé, y cuánta la humanidad restante condenada a ahogarse en el diluvio
universal.
Al parecer el
gobierno Sánchez está meditando la posibilidad de implantar la llamada “mochila
austriaca”, consistente en detraer un porcentaje del salario para que el
trabajador financie o ayude a financiar su propio despido.
He alertado antes,
en uno de estos posts melancólicos (1), de que toda la hoy multiforme y
fragmentada clase trabajadora constituye un ejército de reserva de nuevo tipo en
el mercado de trabajo. No hay titulares y suplentes en el equipo compacto del
trabajo bajo el nuevo paradigma; todos lo son todo, sucesivamente. El “puesto” y
el “lugar” de trabajo como solíamos imaginarlos en otra época, han desaparecido.
Antes lo hicieron las categorías profesionales. Los trabajadores flexibilizados
por las reformas laborales rampantes son formalmente autónomos, en realidad
parasubordinados, que se costean la previsión sanitaria y social, cotizan para
sus planes de jubilación individualizados y pagan a tocateja un porcentaje de
sus ingresos a lo que antes era “empresa” y ahora es una plataforma, también
parasubordinada de alguna forma, que se limita a ofrecerles empleo.
O empleíllo. Un empleíllo
sincopado y aleatorio, sin ninguna garantía ni compromiso por parte del empleador. Se avisa por teléfono móvil (el móvil es una herramienta indispensable para el trabajador precario) o por mail cuando hay curro, siempre por tiempo determinado, y el presunto “empleado” acude raudo a la llamada. Si no hay llamada, espera, por tiempo indefinido.
La mochila
austriaca significa que el empleadillo a la espera de llamada también se
financiará de sus propios limitados recursos su desempleíllo, santificado por
el preaviso o preavisillo correspondiente. Las grandes patronales están en desacuerdo porque
la medida encarecerá la contratación. Es sabido que las grandes patronales son
entidades filantrópicas que se dedican obstinadamente a crear empleo
despidiendo personas.
Por ese camino vamos
consiguiendo entre todos salir de la crisis. La salida de la crisis, sin
embargo, es, quién iba a decirlo, otra crisis. De mayor magnitud y profundidad.
Los ricos son menos, pero mucho más ricos. Los pobres son muchos más, y
también más pobres. Se espera que tanto las derechas como las izquierdas den el
visto bueno a este nuevo paradigma económico, porque los sabios y los
algoritmos son unánimes en la prédica insistente de que no hay alternativa.