En la séptima asamblea
general ordinaria de la ANC se ha votado de forma masiva trabajar por la
independencia de Catalunya desde la unilateralidad. Estas son las palabras de
Elisenda Paluzie, presidenta de la entidad: «Está muy bien proponer un referéndum
acordado, fantástico, una independencia negociada siempre es mejor. ¿Pero qué
pasa con un referéndum acordado? Que dependes del otro, y si no nos lo acuerdan
¿qué haremos? Más frustración.»
Paluzie expresa descarnadamente el problema: “dependes
del otro”. Una posición incómoda, evidentemente. Si miramos a Catalunya desde
cualquier enfoque realista (geográfico, político, económico, cultural,
lingüístico, gastronómico, etc.), siempre aparece ese “otro” indeseable. La
forma de eliminarlo de la ecuación solo puede consistir en darle un valor cero;
no contar con él, no depender más de él.
Si en las próximas elecciones autonómicas los partidarios
de la independencia suman más del 50% de los votos, ha señalado Paluzie, y lo
ha refrendado la asamblea, “ya no habrá excusas” para no implementar una
independencia “más necesaria que nunca”.
Algún profano en la magia de las matemáticas puede
objetar la aporía de Paluzie desde el simple sentido común: el “otro” sigue
existiendo, no desaparece porque lo borres de la ecuación. El “otro” cuenta, en
todas las cuestiones materiales que conforman la Catalunya realmente existente.
Si depender del “otro” genera frustración, el intento de prescindir de él provocará
una frustración todavía mayor.
Solo si contemplamos a Catalunya desde un punto de vista
espiritual, concibiéndola como un ideal luminoso y eterno que traspasa y
trasciende las bajas realidades de este mundo, es posible prescindir de tanta
clase de tropa como anda dispersa por ahí. Seguramente es desde ese punto de
vista acendradamente espiritual como la Honorable Núria de Gispert se refirió a
las recientes exportaciones de porcino catalán. Y como Gemma Domenech,
directora de Memoria Histórica de la Generalitat, confundió un acto
internacional de homenaje a los presos republicanos españoles bajo el nazismo con
un homenaje de los elegidos, de los creyentes, a Raül Romeva, en trance
actualmente de juicio en el opresor Estado español.
La Generalitat de
Waterloo y su intendencia de la ANC están reclamando de Pedro Sánchez un diálogo
abierto y sin limitaciones. Al mismo tiempo, sin embargo, dejan claro que solo quieren
diálogo sobre un único punto, y además lo reclaman desde una posición
inamovible. “Si me lo das tú, vale; si no, me lo tomo yo.”
Eso, en el idioma
de las faves contades, no se llama
diálogo sino monólogo. Un monólogo decidido a ignorar olímpicamente que la
institución de gobierno de Catalunya tiene la misma responsabilidad y está
obligada a tener el mismo respeto exquisito respecto del “otro” evocado por
Paluzie, que respecto del “uno” para el que reclama reconocimiento en
exclusiva.
El reino de las
instituciones “es” de este mundo, y está precisamente en este mundo, no en las
alturas empíreas en las que la Catalunya espiritual exige ser escuchada y
atendida.