lunes, 27 de mayo de 2019

FRACASO DE LAS POLÍTICAS DE DISEÑO


En último término, el acontecimiento más relevante de las dos jornadas electorales sucesivas de abril y mayo ha sido la oficialización del recambio entre las dos formaciones protagonistas de la historia de España desde la desaparición de UCD al final de la Transición: el PSOE recupera la condición de partido alfa, perdida desde los tiempos de Zapatero, y el PP “posmarianista” cede a regañadientes el campo a su rival después de una derrota “dulce”, porque recupera Madrid-ciudad, conserva Madrid-comunidad y mantiene significativos feudos (nunca mejor utilizada la expresión). Por el momento, parece una bravuconada vacua la declaración de Casado, “Ha empezado la remontada”. Pero más vale que nos tentemos la ropa.

Los dos intentos simétricos de asalto a los cielos por la derecha y la izquierda desde la idea nueva de la transversalidad política, que han tenido como protagonistas a Rivera e Iglesias, cada cual provisto de una plataforma “de autor” volcada en la visibilidad mediática, el culto a la personalidad y el diseño de campaña basado en la priorización de objetivos de voto cuidadosamente seleccionados, se han saldado con sendos fracasos: discreto el de Rivera, estrepitoso el de Iglesias.

La otra novedad en liza, el nacionalismo tosco “de misa y olla” de Abascal, ha quedado lejos de sus expectativas, y más lejos aún de sus propósitos. La financiación exterior y la sombra alargada de Bannon han caído en saco roto: no hacían falta tanto dinero y tanta estrategia de cuarto de banderas para obtener una presencia meramente testimonial.

Lo más lamentable de la pirueta fallida de Iglesias ha sido el fuego amigo dirigido contra Carmena y Errejón. Los dos han demostrado que podían haber ganado en circunstancias más amables, pero Unidas Podemos les ha arrastrado en su tremendo patinazo. Pepu Hernández no era tampoco el aliado ideal para la alcaldesa, mientras que Ángel Gabilondo ha tenido un resultado muy digno y se ha quedado una vez más a las puertas de la mayoría.

En Cataluña los resultados han sido los que marcaba previamente la tendencia. Tal vez una muestra tardía de un seny que hacía tiempo estaba desaparecido de la política haya sido el buen resultado de la lista de Puigdemont para Europa. Estrasburgo podría ser en definitiva la mejor ubicación posible para el estafermo; una lejanía sin dramas, martirios ni cultos órficos en la cueva de la Sibila de Waterloo. Junqueras le acompañará en el europarlamento, pero en su caso el regreso a casa es posible, antes o después. El sorpasso discreto de Esquerra dentro del estamento independentista lo avala. Es la primera fuerza municipal y puede alcanzar, aunque los pactos son difíciles, la alcaldía de Barcelona. Mientras, la CUP desaparece y las fuerzas posconvergentes se alejan del escenario principal: Quim Torra, Roger Torrent, la ANC y los CDR no pueden reclamar por más tiempo un “mandato” de la ciudadanía que con toda evidencia les da la espalda y reclama soluciones plurilaterales.

Los resultados de Barcelona-ciudad son la mejor prueba de la nueva situación. Nadie dice que vaya a ser fácil, pero la situación exigirá pactos nefandos en los que se derribarán tabúes y se cruzarán líneas rojas en busca de nuevas transversalidades.

La otra alternativa sería seguir en el charco, como el baturro del cuento. Cuatro años más.