Una vez más,
Esquerra Republicana había tomado asiento en la antesala del poder de la
Generalitat. Una vez más, se dedica minuciosamente a despilfarrar el patrimonio
acumulado después de un largo esfuerzo.
Ocurrió en la época
del pujolismo, en la que nunca llegó a consolidarse ni como alternativa ni como
aliado inter pares. Siempre fue a
remolque, con esa característica de los remolques que transitan por carreteras
comarcales: la de dar bandazos continuos a derecha e izquierda.
Ocurrió en los gobiernos
tripartitos, en los que Esquerra se comportó al mismo tiempo como socio de
gobierno y como quinta columna, y acabó por hacer fracasar el experimento.
Ocurrió en la
histórica/histérica jornada del 27-O de 2017, el día en que Puigdemont había decidido
convocar elecciones y Esquerra, encabezada por una Marta Rovira desmelenada, lo aguardaba en la plaza de Sant Jaume con pancartas que llevaban
escrito el apelativo “TRAÏDOR”.
Ahora, después de
unas elecciones en las que ha cosechado el fruto de una posición dialogante y
opuesta a la intransigencia, da un nuevo bandazo hacia su personalidad de
Mister Hyde, y anuncia su propósito de taponar la vía de Iceta a la presidencia
del Senado, con el argumento de que no quiere “normalizar” una situación
anómala.
Es justo el
discurso contrario al que le ha valido desbancar a JxCat y su hijuela la Crida
de la posición alfa del campo independentista. Es una pataleta inútil además, porque
consigue taponar la posibilidad de contar en la “cocina” de los posibles
acuerdos con una persona muy cualificada como interlocutor; pero en cambio no
está en su mano impedir que se nombre a otro presidente del Senado socialista,
posiblemente no catalán y posiblemente también menos sensible que Iceta a los
matices a tener en cuenta en el diálogo institucional.
Esquerra Esquizofrénica
de Catalunya elige una vez más no comprometerse en faenas de gobierno que
repugnan a su alma romántica. Está mandando una señal fuerte a sus votantes de
hace pocos días: Non serviam. Seguirá
viviendo de los tuits ingeniosos de Rufián en el Congreso, y de las repetidas
declaraciones de Junqueras de que él es una buena persona, creyente fervoroso, de
misa diaria.
Poca cosa.
Poquísima, en sustancia. Las formaciones políticas que no consiguen superar sus
enfermedades infantiles acaban por caer en la irrelevancia. Esquerra lo sabe
porque ha pasado por el trance ya en muchas etapas históricas de su torturada personalidad
esquizofrénica.