La operación Dos Tazas, concebida por Pedro Sánchez como
Plan B después del veto del soberanismo catalán a la designación (no “elección”,
que es cosa muy distinta) de Miquel Iceta como representante territorial en el
Senado, ha situado esta mañana a Meritxell Batet en la presidencia del Congreso
y a Manuel Cruz en la del Senado. Dos catalanes por falta de uno.
No era esa, sin embargo, la clave de la propuesta socialista,
sino precisamente el hecho de que Iceta llegara a la presidencia del Senado
avalado por el Parlament como “su” representante en una institución que expresa
la soberanía plural del Estado, y reconoce (a medias, porque la labor
constituyente del 78 dejó sin concretar ese fleco) la condición de Estado que tienen
las Autonomías en un conjunto reconocido precisamente con el título de Estado
de las Autonomías.
Lo que no puede ser no puede ser, y el viraje del
soberanismo, desde la anterior “trayectoria de colisión” hacia una posición de “conflicto
normalizado” con apertura de vías hacia consensos futuros, quedó momentáneamente
abortado. Esquerra Republicana hizo una vez más costado a Puigdemont en la votación
del Parlament, ya sea por la fuerza de la costumbre o por la misma compulsión
irresistible que llevó a Adán, según la Biblia, a morder la manzana que le
tendía Eva: esa solidaridad con la familia próxima en la desgracia común.
En la votación a la presidencia del Congreso, esta
mañana, los representantes de Esquerra han optado por escribir en sus papeletas la palabra “Llibertat”
junto a un lazo amarillo. Ni a favor, ni en contra, ni abstención: voto nulo.
Testimonialismo, en una palabra. Congruente, por lo demás, con esa república
testimonial que se sigue enarbolando en Cataluña como si fuera real en algún sentido. Política de
los sentimientos, y no de la razón.
Miquel Roca i Junyent, político emérito catalán también del
sector nacionalista, pero comprometido en su día con la arquitectura
constitucional y hoy situado en el sector templado del catalanismo
postconvergente, analiza en un artículo de opinión en lavanguardia la ocasión
que ofrecía el plan Iceta de revitalizar la función constitucional del Senado mediante
el añadido de una nueva dimensión, necesaria y urgente, al dibujo que la
práctica, más que la letra, de la Constitución ha establecido en el curso de
los años. Una práctica viciosa, debida sobre todo a la pereza inmovilista de la
clase política para emprender cambios, remozar rutinas y taponar vías de agua
cada vez más críticas de la ley suprema.
Titula Roca su aportación “¿Oportunidad perdida?”, y esto
es lo que dice de la propuesta Iceta: «De
hecho, era una iniciativa enriquecedora. Era una apuesta para incorporar al
diálogo ideológico, absolutamente necesario, un debate territorial
imprescindible. Era reconocer que la realidad plural necesita escenarios
institucionales específicos para un diálogo entre las partes de un proyecto
colectivo. Era una oportunidad que se debería no dar definitivamente por
perdida.»
Arriba las citadas “Dos
Tazas”, Batet y Cruz, transfiguradas en Cardinale y Lancaster, lideran el
baile en el Parlamento con la cristalina intención de no dar de ningún modo por
perdida la oportunidad que se nos ofrece, tanto a catalanes como a españoles.