domingo, 5 de mayo de 2019

NO SON MOLINOS


El resultado de las elecciones del pasado 28-M ha provocado en algunos cenáculos de la izquierda una euforia desproporcionada. Con el mismo ímpetu de hinchas futboleros de que hicieron gala las derechas plurales durante la campaña, parece ahora que la consigna del momento en la izquierda sea un «a por ellos» en el sentido inverso. Leo en ctxt que el “con Rivera no” esconde una trampa, porque Sánchez ─traidor en potencia, en este país poblado de traidores hasta debajo de las piedras─ podría utilizar una geometría variable para aprobar políticas sociales aliándose con la izquierda, y políticas económicas con la derecha.

Reconozco que cabe esa posibilidad, pero no me parecería ni una “trampa” ni una “traición”, a menos que confundamos una gallina con un pavo real, y una minoría mayoritaria electoral con una victoria arrasadora.

Ignacio Sánchez-Cuenca se ha preocupado de cuantificar y localizar el voto real que está detrás de los resultados electorales de la jornada pasada (1). A su juicio, el voto muestra una España dividida y una ventaja “modesta” de la izquierda.

Nada para echar las campanas al vuelo (una nota marginal al respecto: las campanas al vuelo serían una prueba irrefutable de la existencia de una política de campanario). Nada que sugiera que ha dejado de tener importancia el propósito de aunar fuerzas y proponer objetivos compartidos y consensuados por un amplio espectro de fuerzas progresistas y razonables, incluidas las derechas que respondan a ese perfil. 

Con la mirada puesta sobre todo en el largo plazo.

Parece sin embargo que lo importante ahora mismo sea el reparto del botín. Algunas personas, serias por lo general, han empezado a teorizar sobre el “voto prestado” a Sánchez, y a exigirle que se comporte en función de la radicalidad supuesta de ese voto que le ha sido confiado no en calidad de donación libre de cargas sino de préstamo oneroso a corto plazo.

Eso es una aberración. Sánchez está moralmente obligado a reeditar la propuesta de presupuestos cuyo acoso y derribo en el parlamento fue el motivo último de la convocatoria electoral anticipada. Y además, a cumplir con la petición razonada y razonable de los sindicatos, que quieren acudir a la negociación colectiva con los patronos sin tener las manos atadas por unas “reformas” laborales profundamente injustas que acumularon en el empresariado todas las ventajas imaginables, desde la convicción falsa de que los sindicatos eran el freno principal para la recuperación de la economía.

Más allá de esta doble restitución debida a la ciudadanía de a pie, la correlación real de fuerzas está lo suficientemente ajustada, y el panorama exterior es lo suficientemente sombrío, para justificar todas las cautelas por parte del gabinete que finalmente se forme.

Yo soy más bien partidario de dar entrada a Unidas Podemos en la segunda e incluso en la primera fila del gobierno, pero no me parece que se trate de ninguna línea roja, ni siquiera de una garantía de nada. En un post anterior he señalado que me parece de mucha mayor trascendencia la sintonía con «asociaciones, sindicatos, movimientos, fundaciones, ateneos y demás. Todo el conglomerado societario vivo, colectivamente pensante y actuante. El general intellect, para decirlo al modo de Marx. Muera Taylor, abajo el taylorismo político.» (2)

Dicho de otro modo, solo ganaremos esta batalla si la ganamos entre todos, bastante más allá del grupo de quienes de forma magnánima “prestaron” supuestamente su voto a Sánchez. Si todos tenemos en la cabeza el programa político de cambio que queremos ver plasmado, y no delegamos nuestros derechos y nuestro protagonismo en un bloque aguerrido de vanguardias institucionales.

No deseo ver de nuevo al hidalgo caballero picando espuelas con el escudo embrazado y la lanza en ristre hacia unas aspas movedizas; y si tal cosa llegara a ocurrir, le avisaré como humilde pero leal escudero: “Mire bien vuesa merced que esos no son molinos, que son gigantes.”