El resultado de las
elecciones del pasado 28-M ha provocado en algunos cenáculos de la izquierda
una euforia desproporcionada. Con el mismo ímpetu de hinchas futboleros de que hicieron
gala las derechas plurales durante la campaña, parece ahora que la consigna del
momento en la izquierda sea un «a por ellos» en el sentido inverso. Leo en ctxt
que el “con Rivera no” esconde una trampa, porque Sánchez ─traidor en potencia,
en este país poblado de traidores hasta debajo de las piedras─ podría utilizar
una geometría variable para aprobar políticas sociales aliándose con la izquierda, y
políticas económicas con la derecha.
Reconozco que cabe
esa posibilidad, pero no me parecería ni una “trampa” ni una “traición”, a
menos que confundamos una gallina con un pavo real, y una minoría mayoritaria electoral
con una victoria arrasadora.
Ignacio
Sánchez-Cuenca se ha preocupado de cuantificar y localizar el voto real que
está detrás de los resultados electorales de la jornada pasada (1). A su
juicio, el voto muestra una España dividida y una ventaja “modesta” de la izquierda.
Nada para echar las
campanas al vuelo (una nota marginal al respecto: las campanas al vuelo serían
una prueba irrefutable de la existencia de una política de campanario). Nada que
sugiera que ha dejado de tener importancia el propósito de aunar fuerzas y
proponer objetivos compartidos y consensuados por un amplio espectro de fuerzas progresistas y razonables, incluidas las derechas que respondan a ese perfil.
Con
la mirada puesta sobre todo en el largo plazo.
Parece sin embargo
que lo importante ahora mismo sea el reparto del botín. Algunas personas,
serias por lo general, han empezado a teorizar sobre el “voto prestado” a
Sánchez, y a exigirle que se comporte en función de la radicalidad supuesta de
ese voto que le ha sido confiado no en calidad de donación libre de cargas sino
de préstamo oneroso a corto plazo.
Eso es una
aberración. Sánchez está moralmente obligado a reeditar la propuesta de
presupuestos cuyo acoso y derribo en el parlamento fue el motivo último de la
convocatoria electoral anticipada. Y además, a cumplir con la petición razonada
y razonable de los sindicatos, que quieren acudir a la negociación colectiva
con los patronos sin tener las manos atadas por unas “reformas” laborales profundamente
injustas que acumularon en el empresariado todas las ventajas imaginables,
desde la convicción falsa de que los sindicatos eran el freno principal para la
recuperación de la economía.
Más allá de esta
doble restitución debida a la ciudadanía de a pie, la correlación real de
fuerzas está lo suficientemente ajustada, y el panorama exterior es lo
suficientemente sombrío, para justificar todas las cautelas por parte del
gabinete que finalmente se forme.
Yo soy más bien partidario
de dar entrada a Unidas Podemos en la segunda e incluso en la primera fila del
gobierno, pero no me parece que se trate de ninguna línea roja, ni siquiera de una
garantía de nada. En un post anterior he señalado que me parece de mucha mayor trascendencia
la sintonía con «asociaciones, sindicatos, movimientos,
fundaciones, ateneos y demás. Todo el conglomerado societario vivo,
colectivamente pensante y actuante. El general intellect, para
decirlo al modo de Marx. Muera Taylor, abajo el taylorismo político.» (2)
Dicho de otro modo,
solo ganaremos esta batalla si la ganamos entre todos, bastante más allá del
grupo de quienes de forma magnánima “prestaron” supuestamente su voto a Sánchez. Si
todos tenemos en la cabeza el programa político de cambio que queremos ver
plasmado, y no delegamos nuestros derechos y nuestro protagonismo en un bloque
aguerrido de vanguardias institucionales.
No deseo ver de
nuevo al hidalgo caballero picando espuelas con el escudo embrazado y la lanza
en ristre hacia unas aspas movedizas; y si tal cosa llegara a ocurrir, le avisaré como humilde pero leal
escudero: “Mire bien vuesa merced que esos no son molinos, que son gigantes.”