miércoles, 8 de mayo de 2019

EL PARTIDO DE VUELTA


Vi la vuelta de la primera semifinal de la Champions por televisión; por lo menos la vi hasta el cuarto gol, cuando sentí que mi desesperación ya no podía ser más profunda. El espectáculo era extraordinariamente hermoso, tenía todas las virtudes del deporte del fútbol en estado de exaltación máxima; pero en aquel carrusel de belleza, mi equipo estaba siendo zarandeado de mala manera.

A Pablo Casado le faltó tiempo, al día siguiente, para asegurar que el Partido Popular “va a remontar como el Liverpool contra el Barcelona”, en el “partido de vuelta”. Era previsible que alguien lo dijera. Cuando se les da la ocasión de utilizar clichés emocionales de ese tipo, uno puede poner la mano en el fuego porque uno al menos, o varios incluso de nuestros políticos, no tendrán el menor empacho en hacerlo.

Pero el fútbol y la política no tienen un parecido tan grande, y la metáfora del “partido de vuelta”, que yo mismo he empleado alguna vez en estas notas en contrapunto, tiene poco sentido desde el momento en que no estamos ante una eliminatoria deportiva en la que uno avanza y el otro se va a casa. Todos los competidores van a seguir adelante después del 26-M, y las posiciones que tratarán de ocupar ese día no son las mismas que se disputaron el 28-A.

Casado también ha comentado negativamente la intención de Pedro Sánchez de colocar a Miquel Iceta en la presidencia del Senado. Iceta es un hombre conciliador, abierto al diálogo, muy preparado, risueño y bailón. A lo largo de su carrera las ha visto de todos los colores, igual que el hombre que lo patrocina para el puesto. Avalan su candidatura la abominación que le profesa la derecha españolista y la exactamente simétrica de las formaciones indepes. Al primer sector le escandaliza que haya dicho que si la independencia catalana cuenta algún día con un 65% de votos favorables, será forzoso tener en cuenta el dato de alguna manera. Para el segundo sector, Iceta ha sido un valedor de la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Y es cierto, pero también lo es que en las circunstancias actuales sería la garantía más firme de que no habrá repetición de la jugada, salvo catástrofe imprevisible o nueva unilateralidad.

No obstante, es posible que, en cumplimiento práctico de la regla del partido de vuelta o de la revancha pura y simple, indepes y unionistas se unan en el Parlament català en el voto (inédito en democracia) en contra de Iceta, a fin de que no vaya al Senado y, así, haya un presidente distinto. Ambas partes del electorado, contrarias entre ellas, prefieren sin duda un perfil más duro y menos catalán al frente de la cámara alta. Son cosas de la polarización de la política.

No va a haber ningún “partido de vuelta”, sin embargo. El 26-M se deciden cuestiones distintas de las que se trataron el 28-A. Convertir las municipales y las europeas en una segunda vuelta plebiscitaria de las generales es un intento fantasioso de regreso al pasado, una simulación de que no ha sucedido aún lo que sí ha sucedido ya, una intención solapada de revisión permanente de un resultado que ya campea fijo en el marcador para los próximos cuatro años de legislatura.