Detalle de la Creación de Eva, fresco de Miguel Ángel en la
capilla Sixtina. Un trabajillo rutinario del maestro, para cubrir el
expediente. Se habrá reproducido unos cuantos cientos de millones de veces
menos que la Creación de Adán, del mismo pincel y en el mismo lugar. Y sin embargo, los dos acontecimientos tuvieron
por lo menos la misma importancia para el futuro de la humanidad.
Seguimos instalados
en el paradigma de “La donna è mobile”, anclados en la época en la que un “no”
era solo un “sí” aplazado, y el “sí” de las niñas al libertino de turno que las
pretendía se obtenía gracias a los buenos oficios del confesor y al celestineo
bien pagado del director espiritual.
Y no. The Times Are A-Changin’, como cantó en
su momento Bob Dylan, sin tener del todo en mente cuál era la magnitud de los
cambios. Él creía en el empuje de la juventud. Lo cierto es que los varones
jóvenes no resultaron gran cosa; fueron ellas las que tomaron el mando. Una
revolución transparente, silenciosa e invisible en particular para los
convencidos de que ya está aquí el final de la Historia, para los empeñados en bajar
el telón de una vez por todas.
Cuando visualizamos
el actual gobierno de progreso, seguimos (mayoritariamente) localizando de
forma prioritaria a Pedro y Pablo, o a Pablo y Pedro según las preferencias.
Todo lo más añadimos coyunturalmente al ministro de Sanidad Salvador Illa y al
doctor Fernando Simón, por aquello de la pandemia.
Es un espejismo
visual. Ajusten bien el foco de su visor, caballeros de la izquierda
intachable. Amplíen el campo, precisen la distancia telemétrica al objetivo y
verán surgir de repente a Isabel, Carmen, Teresa, Yolanda, Margarita, Nadia,
Irene, María Jesús…
Mujeres firmes,
prácticas, inmunizadas contra el virus de la invisibilidad. Con un largo
recorrido previo. Con estudios, con experiencia, con ideas claras sobre lo que
quieren y lo que no quieren, lo que pueden y no pueden hacer en esta situación
de pandemonio, mientras los claros clarines de la derecha eterna tocan a
degüello.
Ellas no se van a
asustar, no van a ceder, no van a dispersarse “qual piuma al vento”. Son fiables
y perseverantes. Lo están haciendo bien. Lo seguirán haciendo bien después de
la pausa, cuando arrecie hasta hacerse ensordecedor el ruido mediático
orquestado por una derecha en estado de desesperación y de colapso.
Dándole la vuelta a
un pensamiento de Carlos Marx, que era por lo demás un varón con toda la barba,
los hombres se han dedicado a interpretar el mundo; ahora han venido las
mujeres a cambiarlo.