Retrato aproximadamente fidedigno de
Cleopatra VII. Adviértase la nariz, elemento clave de determinadas
construcciones hipotéticas futuribles.
Vayamos entonces,
francamente, a pollas, por más que el agua esté muy fría. Este es el tuit que
divulgó hace un par de días doña Núria de Gispert, ex presidenta del Parlament
de Catalunya:
«Me da igual la que me caiga. Lo cierto es que si
fuésemos ya República y pudiésemos cerrar Catalunya y gestionar nuestros
recursos, morirían menos catalanes.»
Ferran Vallespinos
ha colocado la frase en facebook, en su sección diaria “El muro de los idiotas”.
Una declaración tan estupenda lo merecía de sobras. Comenta Ferran, por cierto,
que el gran problema que tiene con su muro es lo que los franceses llaman embarras de richesse. Un solo muro al
día resulta muy poco para albergar tantas frases idiotas como circulan.
Analicemos más a
fondo la frase de Gispert. La idea de “cerrar” Cataluña no es tan nueva. En un
contexto similar, si bien el enemigo era entonces la morisma y no un virus, se
dice que los guerreros cristianos de la reconquista gritaban «Santiago, y cierra
España».
Es dudoso que tal
cosa sucediese de esa forma precisa. El paseo a caballo del apóstol Santiago
por las Navas de Tolosa parece haber sido una construcción retórica muy posterior.
También, la reconquista. Incluso España es posterior a los hechos comprobados.
En la segunda parte del Quijote, el ingenuo Sancho Panza se extraña de la
expresión y pregunta si es que España está abierta, y es menester cerrarla.
Lo importante en
estos asuntos es la fe, los detalles son secundarios. Doña Núria sugiere que
con otra gestión de los recursos y un cerrojo adecuado, morirían menos
catalanes. No dice nada de quienes no son catalanes. Morirían, seguramente,
más. ¿Y qué? Pelillos a la mar.
Sin embargo, no precisa
doña Núria cuántos catalanes morirían
menos. Es un tema importante. Para tres o cuatro, quizás no valiera la pena
meternos en ese fregado de la República. De otro lado, las autoridades
financieras (madama Lagarde, por ejemplo) nos están animando a los viejos a
morirnos pronto, a fin de salvar la economía. Con tanto barullo mediático, uno
no sabe ya si lo correcto en esta pandemia es sobrevivir o simplemente morirse.
La Economía y la República, esas dos Némesis modernas, nos lo están poniendo
difícil.
Descuento otras
versiones acreditadas del origen real de nuestro problema. Un obispo brasileño
dice que esta plaga bíblica es un castigo divino por la homosexualidad y el
aborto. No explica bien la relación, sin embargo, ni por qué razón están pagando
justos por pecadores. Sin embargo, teniendo como tiene hilo directo con la
divinidad, seguro que puede explicarlo de forma convincente, y que lo hará uno
de estos tres o cuatro próximos días.
De otro lado, y
hablando en términos estrictamente científicos, si el aleteo de una mariposa en
la selva amazónica puede desencadenar un cataclismo en las bolsas de valores del
mundo entero, imagínense ahora la que pueden meternos unos pangolines de Wuhan.
En conclusión. En
un apartado de sus “Pensamientos”, Blas Pascal señaló los grandes efectos que
derivan de pequeñas causas con esta frase lapidaria que ha pasado a la
posteridad, aunque todavía no ha sido incluida en el muro de Ferran Vallespinos:
«De haber sido más corta la nariz de
Cleopatra, la faz del mundo habría cambiado.»
(Blas Pascal, por cierto, era
catalán según el Instituto Nova Historia. Nació en Palafrugell y es el tatarabuelo
por vía paterna de Marta Pascal Capdevila. Ese hecho también nos lo han ocultado.)