Galileo Galilei ante un
tribunal negacionista. Grabado antiguo.
Pablo Casado está
acusando al gobierno de haber asumido demasiado tarde un problema cuya
existencia él mismo negaba.
En una apretada
síntesis, lo que está negando Casado es tanto el problema como la negación del
problema.
Niega sobre todo al
gobierno. El gobierno lo hace todo mal, por principio.
Es una forma de
contemplar la realidad. La Iglesia católica excomulgó a Galileo y quemó los
libros de muchos científicos (a veces, a los científicos también) que afirmaban que la Tierra no era el centro del
universo. Los teólogos partían de un prejuicio: manejaban una interpretación
del mundo lista para usar, antes incluso de conocer los datos reales del mundo.
Pablo Casado no
parte tanto de un prejuicio como de una posverdad, pero los efectos son los
mismos: si este gobierno es malo, si no es lo que España necesita, cualquiera
de las propuestas que haga y de las medidas que tome, será perjudicial e
inadecuada. Y como manifiestamente el gobierno se está comportando de una forma
idónea ante el problema del coronavirus, incluidos los miles de millones de
euros puestos a disposición de la crisis sanitaria, social y económica, la
única salida posible para la oposición es declarar que lo inadecuado ha sido el
momento de tomar la decisión que su partido jamás habría tomado.
Casado es como la
señora de un viejísimo chiste de Gila, la cual ponía peros a todas las formas
posibles de limpiar la lámpara del salón. La criada se quejaba así: «Si me subo
en las sillas, que las mancho; si me subo en el señorito, que le hago pupa…»
Nada, que no había manera.
Los dos modelos de
éxito que guían a Pablo Casado hacia el poder son José María Aznar y Donald
Trump. Los dos son al mismo tiempo negacionistas, y convencidos de que es
posible fabricar una “realidad” adecuada y convincente mediante la propaganda.
Aznar y sus amigos Bush y Blair encontraron pruebas virtuales de que Saddam
Hussein tenía en su poder armas de destrucción masiva que no existían. Eso les
permitió rediseñar a su gusto todo el Oriente Medio. Lo dejaron bien arreglado,
no hay más que ver cómo está ahora. Pero no vayan a decírselo a Aznar, ni a
Trump: ellos no ven más que lo que quieren ver, y solo aceptan lo que de
antemano aceptaban como cierto.
Si Casado estuviera
al frente del gobierno, la pandemia sería la misma pero los medios llamados de
comunicación ─en realidad, medios de propaganda─ silenciarían las víctimas y todos
viviríamos más consolados: aquí sí que estamos bien y no en China o en Italia,
aquí todo se reduce a unos hilillos de plastilina.
Son formas de
negacionismo. A muchas personas les gustan; si no, no se explica tanto voto a
la ultraderecha del autobombo.