Réprobos en el infierno.
Detalle del Juicio Final en la cúpula del Duomo de Florencia, obra de Giorgio
Vasari.
En otro momento y a
propósito de otro asunto (de Galdós, para ser exacto), definí a Javier Cercas
como un Cherubino literario; para entendernos, un farfallone (un mariposón), que es como define el barbero Fígaro al
paje de la condesa Rosina.
Cercas reincide en
el farfaloneo en su última columna de El País Semanal, al tomar a Thomas
Piketty en vano. Lo cita, sí, correctamente; pero luego, se lanza por su cuenta a una arriesgada
sesión de vuelo sin motor.
Esta es la cita: «En “Capital e ideología”, Thomas
Piketty constata que, en la sociedad catalana, “el apoyo a la
independencia proviene de manera espectacular de las categorías más favorecidas
y, en concreto, de las rentas más altas”.»
A partir de ahí se desliza Cercas a una veloz transición en
primera persona: «Es lo que un servidor
lleva años diciendo, razón por la cual ha sido arrojado al infierno de los réprobos,
donde arde desde entonces.»
Pues mire, no. Cercas no ha sido arrojado a ningún
infierno de los réprobos, y tampoco se ha significado especialmente en
solitario, durante “años”, en la reivindicación de una opinión contraria a las
tesis indepes que, conviene subrayarlo, ha generado posicionamientos políticos apasionados,
votos electorales consistentes y también ríos de tinta, según la metáfora que
se utiliza habitualmente en estos menesteres. Sin que a nadie en esta amplísima
corriente de opinión se le haya ocurrido hasta la fecha refugiarse en el
victimismo.
Del mismo modo que, en su celebrada Anatomía de un instante, Cercas se inventaba de nueva planta un
país mudo, absorto y de rodillas ante el golpe de Tejero, para situarse él en
solitario acompañando a Adolfo Suárez en la rectitud, ahora hace surgir de su
galera de mago una derecha y una izquierda unánimes en la complacencia con el
secesionismo.
No es verdad, pero Cercas no está dispuesto a que la
verdad le estropee un artículo ingenioso.
Lo que me hurga en la horcajadura, en especial, es lo que
afirma de la izquierda. Lean:
«Esta
es la realidad que la izquierda, gran parte de la izquierda catalana —empezando
por Ada Colau— y buena parte de la española —empezando por Pablo Iglesias—, se
niega a ver: que, además de profundamente antidemocrático (como demostró en
otoño de 2017), el secesionismo es un movimiento esencialmente reaccionario.
¿Cómo es posible que un sector relevante de la izquierda sea su compañero de
viaje, cuando no se sume a él?»
No transcribo la continuación del artículo ─puro
histrionismo─ por vergüenza ajena. Llega a suplicar a Colau e Iglesias que lean a
Piketty, como si Piketty dijera en algún momento la verdad de Perogrullo que sostiene Cercas. O sea: «Desde que el mundo es mundo, son los ricos
los que quieren separarse de los pobres, no los pobres de los ricos.»
Los ricos ya están separados de los pobres, en Cataluña;
no es ese el problema del que se trata. Si Cercas se ocupa en leer a Piketty él
mismo, en lugar de suplicar de rodillas y entre sollozos a los demás que lo
hagan, verá que el problema que aborda el economista francés es el de la
diferenciación ideológica entre las élites, y la forma en que la esgrimen cuando sus intereses económicos están en juego.
El esfuerzo de la izquierda de Colau, de Iglesias, y de
otros grupos que para Cercas no existen o son desdeñables, es evitar que el
país acabe de partirse definitivamente en dos. No porque estén los ricos en una
trinchera y los pobres en otra, esa es una simplificación tan burda que ya nadie
se la cree; sino por la consolidación de líneas de fractura más sutiles, marcadas
tanto por la economía (por el interés económico inmediato) como por la
ideología.
Hay ricos españolistas y ricos independentistas; con los
pobres pasa lo mismo; una consideración estadística indica la exacta correlación
de fuerzas existente entre ricos y pobres en cada uno de los dos campos. Todo
ello debe tener su encaje en una política de amplio aliento dirigida a superar
situaciones de quiebra social que a Cercas ni se le han pasado por la cabeza, o
no lo parece, a pesar de vivir aquí, en el “infierno de los réprobos” y sin
hacer el menor esfuerzo por salir de él.
Cercas, sencillamente, mea fuera del tiesto.
Una vez más.