lunes, 16 de marzo de 2020

EL TORRA DE PAPEL HIGIÉNICO



La pequeña Torre de Babel, obra de Pieter Brueghel el Viejo. Museo Boymans-Van Beuningen, Rotterdam.


Los grandes mitos se sobreviven a sí mismos. Cuando Yavé decidió que la humanidad que Él había creado en aquel fatídico sexto día no le gustaba, envió un Diluvio para acabar con todos. Noé y familia se salvaron gracias a una segunda residencia espaciosa y flotante. La humanidad post-Noé reaccionó tratando de construir una gran torre que sobrenadase cualquier nuevo diluvio potencial, lo que obligó a Yavé a diseminar entre los constructores una confusión de lenguas que fue el inicio de los populismos nacionalistas, y el final de un duro esfuerzo unitario de los hombres y las mujeres hechos de barro del Edén por sobrevivir a los dioses vengativos.

Hoy las cosas van más o menos por el mismo camino. Las gentes huyen del coronavirus como del diluvio, y buscan la salvación en lugares elevados como la Cerdanya, o la sierra madrileña, o las cercanías del Peñón de Ifach. Otros han dado en la fantasía de que el virus es cosa de fuera, y que basta cerrar la patria a cal y canto para que las fuerzas oscuras de Wuhan y de Madrid no puedan prevalecer contra las legiones angélicas de los CDR.

Frente a la Torre de Babel tenemos hoy al Torra de Papel (higiénico). Firmes en su fe, los indepes de raza no desfallecen y se disponen a cerrar las puertas a la avalancha de fuera. Una república nostrada y una sanidad privada propia y de pago para que la purria no la contamine, serían los dos brillantes escudos capaces de poner coto a la invasión de esos publicanos que andan ahí dándose grandes golpes de pecho y con los que, gràcies a Deu, nosaltres no tenim res a veure.

Torra ha sido el único representante autonómico que ha dicho “No” al esfuerzo común para atajar y superar una pandemia que no ha sido generada por Madrid y de la que Madrid está resultando la presa predilecta (tres de cada cuatro fallecimientos, en una Comunidad que se había propuesto a sí misma como “modelo de éxito”).

Se ha entendido todo al revés. Este no es el fin de la Historia, que profetizó Francis Fukuyama. El coronavirus será incluido pasado un tiempo en los inputs que alimentan los algoritmos que descifran las necesidades de nuestro mundo. A la espera de que ello ocurra, puede anticiparse que la creación de nuevas fronteras no conduce a ningún monte Ararat virtual, y que la única sanidad eficaz solo puede ser universal porque, en un mundo cada vez más intercomunicado de modo cada vez más irreversible, las pandemias se han hecho transversales y no hay barreras de clase que sancionen a los indigentes y permitan en cambio librarse a quienes tienen medios para costearse su parcela privada de salud.

Torra de Babel, tigre de papel. Cuanto más tarda este irresponsable en convocar elecciones, más se acentúa su desprestigio.