viernes, 13 de marzo de 2020

JEAN RANC



“Vertumno y Pomona”, obra de Jean Ranc, Museo Fabre de Montpellier.


Las cuarentenas forzosas perjudicarán la afluencia de visitantes a la exposición temporal del Museo Fabre de Montpellier dedicada a “Jean Ranc, un montpelliérain à la cour des rois”, que resigue la carrera del artista (Montpellier 1674 – Madrid 1735) desde sus inicios en el taller de su padre Antoine, pasando por el aprendizaje en la Academia real de pintura y escultura, hasta sus años de París y Madrid, como retratista de aparato de los reyes de Francia y de España. El Prado ha sido uno de los principales contribuyentes a la colección que se exhibe ahora en Montpellier, pero es raro que alguien vaya al Prado a ver en particular los cuadros de Ranc, por ejemplo el gran retrato ecuestre de Felipe V o el delicioso del infante Carlos, futuro rey de Nápoles primero y de España después.

¿Por qué? Porque la colección del Prado cuenta con tantas obras descomunales de primerísimo orden que acaban por oscurecer los méritos de artistas que gozaron en vida de predicamento y contaron con la admiración y los encargos del distinguido público de las cortes reales, el único que estaba entonces en situación de ejercer de mecenas y asegurarles un estipendio desahogado como algo parecido a “valets de cámara” especializados.

Frente a las colecciones permanentes de los grandes museos, que ocultan tantos talentos como los que exhiben para visitantes apresurados, muestras como la de Ranc en el Museo Fabre, o como la de los retratistas holandeses de la Thyssen (que contaba con ver, pero seguramente ya no veré dada la inmovilidad a que nos someten los rápidos estragos de la pandemia), dan amplitud y fondo de armario al vademécum que todos llevamos en mente, un canon según el cual el Gran Arte se reduce a unas pocas docenas de grandes nombres, entre Leonardo y Picasso pasando por Goya o Rembrandt.

Observen el gesto delicado de la rozagante Pomona para sostener su parasol, envuelta en una tela flotante y luminosa de raso, mientras Vertumno la mira con arrobo. En España Jean Ranc desplegó también su arte cortesano, amable y luminoso. Sostiene la comparación con Carreño de Miranda, pintor de la corte de Carlos II experto en tenebrismos y austeridades monásticas, pero queda muy por debajo de Velázquez, que ejerció el mismo cargo con Felipe IV.

Probablemente sea casi entera de Velázquez la culpa de que entre nosotros el excelente pintor francés no haya tenido la misma fortuna que en el país vecino.