Carles Puigdemont
ha prevenido sobre las falsas expectativas que puede generar la mesa de diálogo
entre Gobierno y Govern. Dado que las falsas expectativas son indeseables, ha
sido su conclusión, no se debe descartar nunca la vía unilateral a la
independencia.
La vía unilateral
se ensayó en 2017, con el resultado de todos conocido. Dice Puchi que no se
estaba suficientemente preparado, que hay que hacerlo mejor la próxima vez. De
hecho, él sí estaba preparado: se hizo humo justo a tiempo, dejando a amics i companys en la estacada.
De aquella
experiencia aciaga surgió en el entorno independentista un estado de opinión
según el cual la vía unilateral era una falsa expectativa, y había que concentrar
las energías en un diálogo con el Estado, amplio, sincero y sin limitaciones.
Es este estado de opinión, hoy ampliamente arraigado, lo que rebaten Puigdemont
y Ponsatí.
Resulta que el
diálogo es una engañifa, y lo serio es la vía unilateral. Hay que ir a un nuevo
choque contra la pared del Estado. Una nueva trayectoria de colisión. Absténganse
los timoratos y los hiperventilados.
En vísperas de la Aparición
milagrosa de Puchi en el Rosellón, Quim Torra retiró la exigencia de un mediador
internacional en la Mesa, y Elsa Artadi reconoció que se abría un resquicio de
posibilidad de solución negociada. Las multitudes que se congregaron en la
verbena de Perpinyà iban convencidas de que el independentismo volvía a estar
sólidamente unido como una piña.
Solo era un fake. En el mitin tuvo lugar la voladura no controlada de esa
ilusión. Se disipó la humareda y todo volvía a estar en su sitio: unos a un
lado, otros al otro, y la brecha cada vez más honda en medio de unos y otros,
de cara a las elecciones inminentes pero sin fecha.
El resto de los
catalanes no estuvimos en la verbena, ni se nos esperaba. Los partidarios del
diálogo institucional somos más o menos el 86% del censo, según sondeos. No nos
movilizamos, no quemamos contenedores, no cortamos la Meridiana dos horas todos
los días. No consideramos que la incoherencia, la incompetencia y la
irresponsabilidad sean un ejercicio democrático legítimo.
Existe una pared,
en efecto, que dificulta la solución consensuada del problema de encaje de
Cataluña en un Estado que hasta hace cuatro días ha seguido una política descaradamente
recentralizadora, de espaldas a la Constitución. El acto de Perpinyà ha sido,
simplemente, un ladrillo más en esa pared. Como lo expresó Pink Floyd: “All in all, you’re just another brick in the
wall.”