domingo, 8 de marzo de 2020

MUY, MUY, MUY APURADOS



Mis falsas conversaciones con gente importante


Volvimos anoche Carmen y yo de Montpellier. El viaje en tren es cómodo, pero llevábamos encima mucho cansancio de callejear durante tres días, ver museos, sentarnos en restaurantes y otras cosas de la que les hablaré un día de estos.

Me refiero a la posibilidad de que lo que les cuento a continuación haya sido solo una alucinación, un adormecimiento de los sentidos.

Un hombre nos esperaba sentado en un peldaño de la escalera de casa, junto a la puerta. Se puso en pie al vernos.

─¿Rodríguez de Lecea? ─preguntó a bocajarro.

─Soy yo. ¿Con quién hablo?

─Bertomatti ─se presentó. Es posible que dijera Bartolozzi, o Bartomeu, o algo parecido. Como les digo, yo estaba muy cansado.

─A qué debo el gusto.

─Dígame francamente, Rodríguez, qué piensa de Setién.

Yo había estado siguiendo durante el viaje por el wifi de la SNCF los avatares del partido del Barça con la Real Sociedad. Sabía, por consiguiente, a qué atenerme.

─“Se tien” que arreglar ─reconocí a regañadientes.

─Eso creemos nosotros también. Oiga, Pep Guardiola cuenta maravillas de usted. Dice que es la única persona en el mundillo del fútbol que ha entendido su táctica de los dos falsos nueves.

─Pep me abruma. Lo de los dos nueves es fácil, si quiere le hago un gráfico.

─¿Estaría dispuesto a ocupar el banquillo del equipo a partir de mañana mismo? ─me preguntó él de sopetón.

─¿De qué equipo estamos hablando? ─le pregunté escamado. A él le entró una risa nerviosa.

─Estamos muy, muy, muy apurados, Rodríguez. Estamos decepcionando a gente entusiasta, gente magnífica como Jordi Ribó Flos, un hincha ejemplar, ¿le conoce?

─Mucho ─asentí─. Está muy feo defraudar a personas como Jordi.

─Entonces, acepta…

─Oiga ─protesté─. Esto no se puede tratar así, en el rellano de una escalera, no son formas.

─Claro, claro, por supuesto. Se trata solo de que me eche una rúbrica aquí, en una servilleta de cafetería, como hicimos con Messi. Estos pequeños rituales lo son todo para atraer la buena suerte. Mañana se pasa usted por las oficinas del club y solucionamos todos los detalles legales.

─¿De qué club estamos hablando? ─pregunté con la mosca detrás de la oreja. Él soltó otra risita nerviosa pero no contestó. Dentro de casa empezó a sonar el teléfono fijo. Bertonetti o Bertomaletti seguía presentándome la servilleta y un bolígrafo. El bolígrafo relucía discretamente, y a la luz mortecina de la escalera parecía de oro y brillantes. Firmé, por no hacerle un feo.

─Disculpe que no le invite a pasar, ya ve que tengo prisa ─me despedí.

Llegué a tiempo de descolgar el teléfono fijo. Una voz femenina me habló en perfecto español.

─Le hablo de la Convención Demócrata de Estados Unidos. Estamos muy, muy, muy apurados, míster Rodraigues. Prospectamos opciones de sangre joven para una candidatura de consenso a la presidencia, y Pep Guardiola nos ha hablado muy bien de usted. Afirma que es la única persona en el mundo de la política capaz de desarrollar una estrategia mundial de gran estilo en base a la conjugación simultánea de dos falsos nueves.

─Escuche, señora, tengo setenta y cinco tacos y estoy jubilado.

─Justamente. Eso rebaja considerablemente la media de edad de nuestras candidaturas. Y podríamos arreglar las cosas para que no pierda el derecho a su pensión a la finalización del mandato.

─Verá, señora ─intenté contemporizar─, el caso es que tengo en cartera otra proposición indecente que acaban de hacerme ahora mismo, no sé si…

─No hay caso, míster Rodraigues, debe decirme sí o sí. Le estoy ofreciendo un empleo a tiempo completo.

─He firmado un compromiso de principio.

─Anúlelo.

─Necesitaré tiempo.

─Tiene de plazo hasta mañana a mediodía.

En esas estoy. No sé qué es peor, entrenar al Barça o presidir Estados Unidos. Mal por mal, quizá lo mejor sería sacar un billete de tren, ahora que aún es posible a pesar de todas las cuarentenas, y volverme con Carmen a Montpellier.

En Montpellier se está muy bien. Se lo contaré otro día.