El poeta Miguel
Hernández, censurado por el Ayuntamiento madrileño. (Fuente, laotrapoesia.com)
Ni Biden es el PP,
ni Trump era Vox. A veces se abusa de las frases lapidarias más o menos ingeniosas.
No es de recibo dedicarnos a un spoiler de
la Administración Biden como si la historia realmente estuviera ya escrita y nosotros
fuéramos tan listos como para conocer de antemano el final.
Donald Trump se ha
comportado como un autócrata visionario, y ha ocupado el poder por el
procedimiento de agitar los miedos y las expectativas de una sociedad muy
compleja y fragmentada, hasta conseguir partirla en dos. Ha encarnado el sueño
de grandeza de media América nacionalista y populista, negacionista y
terraplanista, dispuesta a romper las amarras con el resto del mundo e imponer
la fuerza de los “nuestros” frente a la ignominia de los “otros”. Nada que ver
con Vox, con la ruindad miserable de una España de cuartel y de sacristía,
envuelta en una bandera apolillada. Hay locura en los dos casos, pero son dos
clases muy diferentes de locura.
En cuanto a Joe
Biden, ha crecido como político en la defensa de las convicciones del partido demócrata,
y los demócratas estadounidenses llevan muchos años identificándose con
actitudes y valores progresistas. Es un partido, por lo demás, que no ha ido
dejando un rastro de corrupción allá por donde ha pasado. Ningún parecido,
ninguna simpatía mutua con el PP de José María Aznar, de Mariano Rajoy y de Pablo
Casado.
Lo necesario sobre
todo ahora, en el período difícil del postrumpismo naciente, es cerrar heridas,
y esa ha sido la primera declaración de Biden. Un punto para él, y no el
primero; el primero fue probablemente incluir en el ticket presidencial a una
mujer que dista mucho de ser un florero, que tiene una personalidad fuerte y un
gran carisma personal. Todos estamos convencidos de que oiremos hablar más de
Kamala Harris, a pesar del manto de olvido que ha caído de forma casi
invariable en USA sobre sus vicepresidentes.
Lo menos
aconsejable después de Trump era un bandazo fuerte en sentido contrario, que
habría exacerbado las hostilidades en un contexto de vencedores y vencidos. A
todos nosotros, y en este sentido también los españoles somos yanquis, nos interesa
que se dé una pacificación de los ánimos y un reencuentro de la Administración
USA con las personas como son.
Sin vendettas ni
matanzas de San Valentín. Sin gestos tan genuinamente estúpidos como el del
alcalde de Madrid, que ha hecho retirar a martillazos los versos de Miguel
Hernández del cementerio de la Almudena, y la placa de mármol dedicada en su
calle a Francisco Largo Caballero.
Gestos que marcan la
enorme distancia existente entre el PP, en crudo, y el Partido Demócrata de
Biden, que dispondrá de un mandato de cuatro años para combatir de forma eficaz
la pandemia (lo primero es antes) y resanar las numerosas heridas perpetradas
en el cuerpo social por su antecesor.