lunes, 23 de noviembre de 2020

PETER PAN Y LA POLÍTICA

 


Peter y Jaime Garfio en la lucha final (fuente, Walt Disney Inc.)

 

Las malas lenguas aseguran que el que fue presidente de los EEUU, George W. Bush, leía con dificultad los informes resumidos en un solo folio, y descartaba por sistema los que tenían más de tres. Por analogía, deduje que el lector común no puede ser muy diferente de una persona votada por tantísima gente, y estructuré los desahogos comunicativos cotidianos de mi blog en forma de píldoras. Obedecí también a la siguiente consideración del poeta romano (nacido, como la Dolores, en Calatayud) Marco Valerio Marcial, que defendía sus epigramas de la manera siguiente: «Aunque mi poema sea malo desde el principio hasta el final, solo dará la tabarra un ratito.»

No era mi estilo, se lo puedo asegurar. Durante un período corto pero intenso de mi vida, me acostumbré a estructurar mis ideas en discursos de hora y cuarto por lo menos. Fue seguramente, además de los ejemplos antes citados, la lectura de un epigramista moderno, Gilbert K. Chesterton, la que me hizo adoptar la forma breve para los desahogos comunicativos de mi blog. Decía Chesterton que la solución de una trama detectivesca debe llegar al lector como un grito lejano y al principio poco audible que, al irse aproximando desde el fondo del jardín, expresa un mensaje breve e iluminador, del tipo: «¡Fue el mayordomooo!» No, de ninguna manera, al modo de un último capítulo interminable en el que el detective explica en un larguísimo monólogo la importancia de la colilla abandonada en un cenicero, la forma en que debe ser considerada la huella de una pisada en la tierra blanda, y la compatibilidad precisa de los horarios de los ferrocarriles que desmonta una coartada aparente.

También Chesterton me hizo variar mi forma de considerar la figura de Peter Pan. Influido por Walt Disney, yo lo consideraba un héroe positivo; para Chesterton, en cambio, Peter era referente y metáfora de un vicio del carácter inglés, su deseo consistente de zamparse de inmediato el pastel y al mismo tiempo guardarlo para el día de mañana. Compuse hace algún tiempo un post en el que reflexioné sobre esta circunstancia. (1)

Lo que Chesterton predica del carácter inglés puede aplicarse también por analogía, no solo a las formas de la economía neoliberal como hice yo, sino a actitudes políticas de quienes claman por su propia libertad pero abominan de la ajena; de quienes afirman su derecho ilimitado a decidir, pero insultan a quienes deciden por su cuenta de forma diferente; de quienes pretenden haber perdido y ganado simultáneamente unas elecciones, y creen poder elegir el resultado final no a través del recuento de los votos sino mediante un acto de voluntad; de quienes, finalmente, al modo del gato de Schrodinger, están y no están al mismo tiempo en la onda de la política oficial, ya estén ellos situados en el ámbito autonómico, en el estatal, en el contexto europeo, o en rincón del vestíbulo destinado a los jarrones chinos.

Vivimos una eclosión de nuevos Peter Pan. Es un síndrome propio de políticos amantes de las aventuras infantiles, y que se niegan a crecer.

 

(1) http://vamosapollas.blogspot.com/2017/05/comerse-el-pastel-y-guardarlo.html