No basta con estar en
contra de la violencia en general. La violencia de género no es una subvariante
de un fenómeno más amplio. Es específica, diferente, tiene su propia motivación
y su lugar aparte en las estructuras mentales.
Hay mujeres
violentas, del mismo modo que hay varones violentos; nadie lo duda. Y los
delitos violentos, así de varones como de mujeres, están tipificados en los códigos
penales. Pero la llamada violencia de género no está tipificada como un delito más
que cuando coincide con los actos reconocidos como tales. Muchas otras formas
de violencia a la mujer, o bien no están reconocidas, o quedan amparadas bajo el
paraguas del ejercicio normal del rol de padre de familia, o en los casos más
graves (los homicidios, las lesiones), la relación especial del delincuente con la víctima es
considerada en la práctica como una atenuante (arrebato, obcecación,
provocación…)
Vivimos en una
sociedad en la que se da por descontado que las mujeres se merecen cualquier
cosa que les pase.
Esto no es cosa del
carácter meridional, pasional y fogoso. El número de víctimas finlandesas por
violencia de género es aterradoramente mayor que el de las españolas. Tenemos
que pensar como explicación en una estructura social asentada, en una red muy
extensa y prácticamente invisible. No funcionan las hipótesis psicologistas ni
las etnicistas. No hay vacunas basadas en dosis extra de valeriana o similares.
En la época de la
Ilíada, las mujeres eran un trofeo. El rapto de Helena y la posesión de
Briseida son las dos claves desencadenantes de las cóleras destructivas de los
héroes. En un pasaje de tono profético, Héctor explica a su esposa Andrómaca qué
triste vida llevará ella al servicio de un noble aqueo cuando él haya muerto y
ya no pueda defenderla.
La reina de Aragón
y Cataluña Margarita de Prades, esposa apresuradamente agenciada para asegurar
la prolongación del linaje cuando el heredero del rey Martí murió en Cerdeña, se
desesperaba ante la inapetencia sexual del rey: “¡Sin un hijo tuyo, yo no seré
nada!”. Lo que fue histórica y rigurosamente cierto.
Siglos más tarde, seguimos
en las mismas. La base sustantiva de las violencias de todo tipo contra las
mujeres es la consideración por principio de la inferioridad de la condición
femenina respecto de la del varón. La dignidad social y el rango de una mujer
dependen no de sus propios méritos, sino de los de su marido.
Es eso lo que hace
falta cambiar.
Ayer fue 25N,
jornada de lucha contra la violencia de género; pero todos los días deben ser 25N,
o estamos perdidos.