El Congreso de los
Diputados ha dado su aprobación a la Ley Celáa, así llamada por la actual ministra
de Educación. La ley se ha aprobado por mayoría y no por consenso, lo cual ha
sido destacado por los medios como un déficit democrático. El gobierno no habría
hecho los esfuerzos necesarios para llegar a acuerdos consistentes; la
oposición, se da por supuesto que sí.
La nueva ley viene
a derogar y sustituir a la LOMCE (Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad
Educativa), llamada ley Wert por el apellido del entonces ministro de
Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert. Se da la circunstancia de que tampoco
entonces (noviembre de 2013) hubo consenso, sino rodillo. Todos los grupos
parlamentarios votaron en contra salvo el del PP, cuya mayoría absoluta en el
hemiciclo impuso la norma, y su trasunto en Navarra, la UPN, que no se atrevió
a votar en contra y se abstuvo.
Se comprende el accidentado
nacimiento con fórceps que tuvo tan significada ley porque don Mariano (Rajoy
Brey), presidente a la sazón del gobierno monocolor, era hombre poco ducho en
retóricas (más claro, se hacía la picha un lío en los debates parlamentarios),
y en consecuencia optó por una libertad de expresión sui generis, plasmada en
los brazos de madera. La estrategia le funcionó a don Mariano mientras le
funcionó. A él le pareció un instante fugaz, a nosotros se nos hizo eterno.
No voy a entrar en
el detalle de la nueva ley, tienen ustedes a mano literatura muy extensa sobre
la misma que yo no sabría mejorar. El punto en el que quiero insistir es que ha
sido muy criticada por los medios. Este gobierno se empeña en hacer las cosas
mal, han coincidido los grandes creadores de opinión: cualquiera tiempo pasado
fue mejor, si gobernaba el PP.
Se ha puesto otro
puntal para la postpandemia, sin embargo. Todo es difícil ahora, y puede
hacerse incluso más difícil después de las vacunas, si tenemos en cuenta el
articulado de la ley de Murphy, que sí fue aprobada por consenso. La Ley Celáa
puede ser un puntal defectuoso en algunos aspectos, sin duda, y también mejorable,
faltaba más. Pero es útil y viene a reemplazar a un adefesio comprobado. Esa es
su virtud principal, si no la única. Lo mejor es enemigo de lo bueno, dice la
sabiduría popular; y tampoco estamos demasiado seguros de dónde, en qué arcano
recóndito, se encuentra la quintaesencia de lo mejor. Disponemos ahora, al
alcance de la mano, de una ley de educación para tirar millas. Con eso basta
por el momento.
* * *
Poco después de
aprobada la Ley Wert, en la primavera de 2014, tuvo lugar en un local no determinado
de Poldemarx una reunión clandestina de algunas viejas glorias o juguetes
rotos, para examinar el balance y las perspectivas de la situación. En las
actas secretas de la reunión no consta que se hablase de la ley Wert, pero es materialmente imposible que
gente tan significada y comprometida no debatiese largo y tendido sobre la
misma.
La fotografía
superior muestra un momento del animado debate. Maese Bulla se extiende sobre
un punto delicado, y Paco R parece indicar con las manos que uno más uno será
siempre igual a dos. Javier de la Sierra Mágina, representante del ala
izquierda de la conjura, se entretiene en algo que no podremos concretar de
forma segura a menos que descendamos a la foto inferior. Y es que no éramos
tres, sino cinco, los allí reunidos en torno a pocillos de café. Carmen y
Javier cruzan sus instantáneas, mientras Roser ejerce de testigo de cargo de la
operación.
Dejamos aquí
constancia de los hechos para la posterioridad, que es la que siempre tendrá al
respecto la última palabra.