Trabajadores de la sanidad en
plena faena. Fuente, RTVE.es
Leo en eldiario.es,
firmada por Olga Rodríguez, la historia del cantautor del FRAP Bernardo Fuster
(Pedro Faura), que ocultaba esta militancia a su padre, y muchos años después se
topó con la evidencia de que su padre, a la recíproca, le estaba ocultando a él
actividades filonazis.
Hubo en este país un
“tiempo de silencio” narrado por Luis Martín Santos, pero seguimos viviendo un
país de silencios, de secretos que subsisten por debajo del griterío ambiente.
“Tú no te
signifiques, hijo”, me rogaba mi madre cuando yo salía de casa para asistir a
las clases de la Facultad. “Voluntario, ni pa’ cagar”, me susurraban los compañeros
de lona en la mili. La adhesión inquebrantable era mentira, la sagrada unidad de
la patria escondía derivaciones subterráneas inconfesables.
Eso pasaba
entonces; pero ahora mismo nada es lo que parece en el escenario de la política,
todos los tiros se hacen por elevación, en dirección aparente hacia una diana muy
visible y sin embargo accesoria, y en la práctica contra un blanco real muy
distinto.
Por ejemplo, la
Asamblea de Colegios de Médicos ha entrado sonoramente en un territorio que no
le corresponde y adonde no había sido llamada, para pedir la dimisión inmediata
de Fernando Simón. ¿Con qué autoridad, desde qué perspectiva?
Critica la Asamblea
a voces destempladas el desempeño profesional del portavoz, pero sotto voce deja entrever que el problema
real es que le molestan las críticas que se hacen a su propio desempeño
corporativo en una coyuntura muy delicada del país.
Subrayo lo de corporativo. Los Colegios de Médicos
deberían ser los primeros en reclamar la necesidad de un fortalecimiento de la sanidad
pública y universal, y exigir para sus colegiados (muchos de ellos marchan al
extranjero en busca de horizontes más despejados) la ampliación de las plantillas
de hospitales y centros de asistencia, la mejora de los niveles de seguridad en
el trabajo, contratos por tiempos más largos y salarios más dignos. Es lo que
están haciendo los sindicatos de la Sanidad en relación con la enfermería y el
personal auxiliar. Es una necesidad percibida desde todos los acimuts del país.
Se nos van lejos talentos que nos son imprescindibles aquí.
De hacerse eco de
esta problemática, la Asamblea de Colegios Médicos estaría cumpliendo con su propósito
declarado de velar por la alta dignidad de la medicina y por el mejor desarrollo
de su función social manifiesta.
Pero no es eso lo que
hace, solo critica a Fernando Simón y guarda silencio en relación con otras
cuestiones que, siendo “lo primero”, se dejan sin embargo para un “después” nebuloso
e inconcreto.
Es el puntillo de
honor corporativo lo que mueve a la Asamblea, no el mayor o menor acierto de un
portavoz gubernamental. Chilla queriendo cargarse de razón en un asunto de poca
monta, pero que le incomoda. Y guarda en cambio, en temas esenciales de los que
está llamada a ocuparse, un silencio extenso que tiene algo de “omertà”. Los
gritos destemplados sobre la falta de idoneidad del portavoz y sobre la respetabilidad
por encima de toda sospecha de los Colegios, no consiguen ocultar el disimulo
de la implicación de profesionales muy significados en el desvío subterráneo de
fondos públicos hacia intereses privadísimos. De la utopía de la sanidad universal
al pragmatismo de la salud del billetero.
Pero sobre ese tema
candente, los Colegios de Médicos guardan silencio.