Polarización (fuente, revista
digital América 2.1)
«Sin Trump, Biden
se habría quedado en la mitad de los votos. Se llama polarización.» Esta frase
la escribí yo anteayer en uno de esos recuadros de color que facebook facilita para
colgar tus frases lapidarias.
La polarización es
un fenómeno físico, que tiene lugar en presencia de un campo magnético. En
política se utiliza el término para expresar una confrontación bipolar que “vacía”
o socava el territorio en el que habitualmente se sitúan las opciones políticas
moderadas.
Ahora bien, del
mismo modo como Trump se queja de que sus mayorías desaparecieron “mágicamente”
en una sola noche, las redes sociales tienden a atribuir un carácter fantasmal
a ese fenómeno llamativo del vuelco del voto a favor de Biden. En determinados
análisis, el ganador ha sido en último término el “aparato” demócrata,
imperialista, multilateralista, belicista. En definitiva, el complejo
militar-industrial.
Puede que no sea
así. Hay otras lecturas posibles de la victoria de Biden, que sobrevuelan el esforzado
ejercicio de contabilidad de votos en los condados del Medio Oeste y el Cinturón
del Óxido, y atienden a los grandes movimientos. Puede que lo sucedido no se
deba a una resituación ideológica de algunos nichos sociológicos de un
ecosistema determinado, sino a que América, sencillamente, está cambiando también,
en un momento en el que todo cambia en el mundo. Puede ser que la globalización
esté adentrándose por rumbos nuevos, y empiece a aflojarse la tiranía de los
mercados financieros sobre una ciudadanía fragmentada.
Vale la pena
considerar seriamente esta posibilidad. Desde un Brasil oprimido por un
neofascismo cruel, y ansioso de liberación, Tarso Genro (*) lo ha hecho en un bello
artículo publicado en ‘Sul21’ bajo el título “Trump y Bolsonaro, dos mentirosos
compulsivos en una era que es la suya”. He aquí la conclusión de su trabajo, en
una traducción algo rústica, hecha por mí a bote pronto:
«La
victoria de Biden contra Trump ya es un hecho. Lo extraño y nuevo no es ─como
dicen los comentaristas tradicionales─ el desenlace de un país dividido, cosa
natural y saludable en una democracia estable. Espanta, por un lado, el
estallido ruidoso de un fascismo hasta ahora solapado en las fantasías del
mercado perfecto; y asombra, por otro, el surgimiento ─en el país “modelo”
del neoliberalismo global─ de una izquierda renovada en los sectores de las
clases medias bajas, en los trabajadores dispersos por las redes de
instrumentalización de los cuerpos, en las luchas de las mujeres
agrupadas en el nuevo mundo del trabajo y en los nuevos movimientos
eco-ambientalistas y de identidad sexual, que han protagonizado ya acciones
colectivas en defensa de la extensión de las libertades políticas.
Esta
victoria, sin embargo, no es solamente una victoria de la izquierda, sino de
todo un campo político democrático y republicano, que trasciende el
bipartidarismo y que además apuesta por los valores de los “padres
fundadores”, que el éxito anterior del “trumpismo” consiguió arrojar al fondo
del pozo. Para nosotros brasileños, cuya democracia está maleada por el
fascismo descarado, por el negacionismo que despotrica de la ciencia
y por el evangelio del dinero –que utiliza a Dios y a sus Profetas para llevar
a cabo la política de los mercaderes del templo─, esta victoria, si consigue
desarrollar todas sus potencialidades, será magnífica, porque podrá ser un
símbolo que estimulará un cambio de nuestros tiempos oscuros. Nada más que
eso, pero eso ya es mucho, en un tiempo en el que dos mentirosos
compulsivos se encontraron con la intención de socializar la desgracia de
dos grandes naciones.»
(*) Reproduje en mi
blog el pasado 6 de septiembre otro artículo de Tarso sobre “lo nuevo” que se
abre paso dificultosamente en la política (ver http://vamosapollas.blogspot.com/2020/09/boaventura-y-la-palabra-supongo-de.html).
Otro texto reciente suyo, de mayor vuelo teórico, puede encontrarlo el lector
en https://pasosalaizquierda.com/la-ideologia-socialdemocrata-y-las-nuevas-bases-tecnologicas-en-la-dominacion-del-trabajo/