Cabeza de Hermes (s. III a.C.)
recién desenterrada en la calle Aiolou de Atenas (fuente, agencia EFE).
No el último sábado,
sino el anterior, las autoridades griegas establecieron un semi confinamiento
preventivo, a la vista de la fuerza del rebrote del covid. Justo el día antes
de empezar la cuarentena, el viernes, Carmen y yo bajamos en metro al centro de
Atenas, a despedirnos por unas semanas de algunos de nuestros rincones
favoritos.
Recorrimos, desde
luego, la calle de Eolo (odos Aiolou), en el tramo que va desde Ermou (Hermes)
hasta la plaza Kotzia, donde están el Ayuntamiento y la sede de la Banca
Nacional. Aiolou es una calle comercial muy animada. El Mercado central, que se
abre a la calle paralela de Athina, le da la espalda, pero llegan hasta aquí, particularmente
en verano, los efluvios de las carnes maceradas y sobre todo del pescado
fresco. El pavimento es en varios tramos de mármol blanco y negro, formando
distintos dibujos geométricos. Abundan los árboles que dan sombra en una ciudad
de sol inclemente, los parterres y los bancos públicos donde descansar un rato
entre compra y compra. Con frecuencia, músicos callejeros ofrecen recitales improvisados
en los puntos de mayor concurrencia. Aiolou es uno de esos “alephs” en el
sentido de Borges, donde uno se sienta a ver pasar el carrusel de la vida.
En un cruce junto a
la iglesia de Agia Irini, a dos pasos de Ermou, a menos de cincuenta metros de
la plaza de Monastiraki, los servicios municipales abrieron un costado de la
calle para obras de alcantarillado y ha aparecido, a solo 1,3 metros de
profundidad, la cabeza de Hermes, de mármol, que ven en el encabezamiento de
este post.
No es un
acontecimiento fuera de lo común en Atenas, una ciudad donde el pasado está
enterrado bajo una capa finísima de tierra de aluvión. En el estadio Panateneo,
en el extremo de la pista rodeada por una gradería en forma de herradura, se
yerguen dos pilares de piedra cuadrangulares coronados por cabezas del dios
Hermes bifronte: una, de un joven imberbe, mira a un lado; la otra, de un varón
barbudo y veterano, como el de la foto, mira al lado opuesto. Los pilares, que
son lisos, llevan bien patentes a la altura correspondiente unos aparatos
sexuales en reposo pero de un volumen respetable. Tocarlos al pasar daba buena
suerte, según una creencia extendida. Hay una foto de Gore Vidal y Paul Newman
en la isla de Delos, haciendo precisamente eso con las pelotas de otro dios,
Apolo. La incluyo abajo: no es pornografía, sino arqueología.
De la cabeza de la
calle Aiolou no se ha encontrado el pilar correspondiente, pero tuvo que
existir. Hermes era el dios de los comerciantes, los viajeros y los ladrones.
Estas representaciones (la de la foto es de finales del siglo IV a.C., o más
probablemente del III) se utilizaban para deslindar propiedades o indicar
cruces de caminos. Los comerciantes y los viajeros, siempre necesitados de
buena suerte, las rozarían supersticiosamente al pasar. Los ladrones también,
con toda probabilidad. Tenemos muchos ejemplos, incluso en nuestros días, de
ladrones devotos.