Sir Isaac Newton, por Gottfried
Kneller. Londres, National Portrait Gallery. De la Física cuyos cimientos él
construyó, apenas queda ni el nombre: ahora la llaman Fisicoquímica.
El maestro López Bulla
introduce en su post de hoy un término nuevo en el análisis de la actualidad.
Se trata de «democradura», híbrido entre democracia y dictadura. La etiqueta en
cuestión procede en último término de Francia, donde la ha esgrimido el maestro
Pierre Rosanvallon para explicar algunos pormenores de la andadura ética y estética
de los populismos.
El terminacho me
parece una invención feliz y de uso cómodo en una coyuntura en la que fallan
las categorías establecidas con rigor secular por los tratadistas para
referirse a los modos y maneras de la ciencia política, tal como se definía y
se estudiaba en los templos reconocidos del saber. Lo mismo le ocurrió a la ciencia
física cuando entró en el estudio de las partículas subatómicas y vio como
consecuencia que todo el edificio levantado por don Isaac Newton se desmoronaba:
ni la materia era ya como se pensaba antes, ni tampoco el espacio, el tiempo,
el infinito, la eternidad y todo lo demás.
Tampoco ahora los
partidos políticos son ya partidos políticos, nadie sabe muy bien qué prerrogativas
corresponden al gobierno y cuáles a una oposición que ya no reivindica el
calificativo de “leal”, los jueces se niegan a ser meramente jueces y aspiran a
ser también parte, los Colegios Profesionales se abalanzan sin complejos hacia las
barricadas de la política partidaria, las derechas y las izquierdas han perdido
el sentido de la orientación, y no sabemos ya ─esto sobre todo─ qué es legal y
qué ilegal, qué cosas se pueden hacer políticamente y cuáles no.
En la democradura
estadounidense, Trump ha cambiado de arriba abajo la cúpula del Pentágono en el
tiempo de descuento de una legislatura ya concluida con su derrota electoral, y
se ha asegurado así (?) un apoyo nadie sabe muy bien para qué. En la democradura
catalana, un Parlament que vive los “minutos de la basura” sin president, desnortado, enfrentados todos
contra todos y ya con fecha fijada para las nuevas elecciones, pretende aprobar
por procedimiento de urgencia y sin ningún tipo de garantías procedimentales
una Ley de Cámaras de Comercio que equipara a estas con las organizaciones
empresariales y les otorga atribuciones en la negociación colectiva.
Los poderes ejecutivos
“de facto” se nos desmadran, los legislativos prescinden del debate e imponen la
dura lex del brazo de madera, los judiciales
triscan a su antojo por unos campos a los que es imposible poner puertas.
De alguna forma
habrá que poner coto a estos excesos autoritarios de quienes carecen de
autoridad conferida por el Estado de Derecho.
¿Estado de Derecho?
¿Y eso qué es? Tendremos que pedir a Pierre Rosanvallon y a José Luis López
Bulla que pongan a punto un término adecuado para el revoltillo gaseoso en el
que se está convirtiendo el viejo templo cuyo frontón altivo se alzaba contra
el cielo, sólidamente sostenido por robustas columnas dóricas.