Viñeta de El Roto hoy, en El
País.
Bien está la
geometría variable en las posiciones del gobierno de coalición con el fin de
culminar felizmente la aprobación de unos presupuestos de progreso y de reconstrucción
económica que estamos necesitando como el agua.
Pero sería inconveniente
forzar esa variación geométrica y llevarla a la exageración.
La exageración
sería “retocar” el programa de gobierno acordado entre las fuerzas que lo
componen. Una geometría variable contra el propio pacto de gobierno que tantos
de nosotros hemos rubricado con nuestro apoyo explícito.
No lo digo a humo
de pajas. Un artículo de Claudio Pérez en El
País habla de “choques” entre los ministerios de Economía y Hacienda, de un
lado, y Trabajo y Seguridad Social del otro, en torno a un documento
programático que está preparando, al parecer, la vicepresidenta Calviño con su
equipo.
Hasta ahora íbamos en
la dirección de derogar la reforma laboral de 2012. Íntegramente, si bien no de
un plumazo, vale decir mediante un único instrumento legislativo (todos sabemos
lo que tardaría la confección de ese instrumento “total”, ese “terminéitor” de
la reforma de Rajoy, y lo difícil ─prácticamente imposible─ de culminarlo sin
lagunas ni ambigüedades peligrosísimas dada la materia de que se trata y su
repercusión en las cosas de comer).
Pero ahora resulta ─a
menos que Claudio Pérez y El País nos estén vendiendo una milonga, a menos que
Unai Sordo vea fantasmas o espejismos sobrevolando un cielo despejado─ que se quiere
rescatar algunos aspectos de dicha reforma laboral que se consideran “no tan
lesivos”, dirigidos a asentar las potestades organizativas de los empresarios y
a disminuir las capacidades negociales de los sindicatos.
Eso no es lo
acordado, doña Nadia. Yo, que me tengo por un “radical temperado”, soy el
primero en no santificar las actuaciones de los sindicatos por sistema. En
muchos casos, y desde hace muchos años, hay tomas de posición sindicales que me
parecen expresión de un corporativismo radicalizado, y no de una visión de
clase; es decir, de una visión general en la medida en que consideremos a la clase
trabajadora como clase dirigente (codirigente) del conjunto de la sociedad.
Pero lo mismo
sucede con la visión de la parte empresarial, que atiende con mucho más ahínco
a la ganancia privada por los medios que sea (lesivos o “no tan” lesivos para
la contraparte), que a un desarrollo económico armónico, equilibrado e
igualitario.
El papel del
gobierno en ese diálogo conflictivo entre partes ha de ser precisamente buscar
el interés general que le compete por mandato de la ciudadanía. Y esa cuestión no
puede reducirse a repartir de forma más o menos equidistante las concesiones
entre unos y otros, sino que precisa de una síntesis trabajada para superar posturas,
a veces agresivamente enfrentadas.
Si doña Nadia no lo
ha entendido bien, conviene que Pedro Sánchez se lo haga entender. Es mucho lo
que nos jugamos. Y más allá del límite de la paciencia, como explica
gráficamente El Roto en su viñeta de hoy, entraríamos en una terra incognita.