jueves, 12 de noviembre de 2020

UNA GEOMETRÍA NO TAN VARIABLE

 


Viñeta de El Roto hoy, en El País.

 

Bien está la geometría variable en las posiciones del gobierno de coalición con el fin de culminar felizmente la aprobación de unos presupuestos de progreso y de reconstrucción económica que estamos necesitando como el agua.

Pero sería inconveniente forzar esa variación geométrica y llevarla a la exageración.

La exageración sería “retocar” el programa de gobierno acordado entre las fuerzas que lo componen. Una geometría variable contra el propio pacto de gobierno que tantos de nosotros hemos rubricado con nuestro apoyo explícito.

No lo digo a humo de pajas. Un artículo de Claudio Pérez en El País habla de “choques” entre los ministerios de Economía y Hacienda, de un lado, y Trabajo y Seguridad Social del otro, en torno a un documento programático que está preparando, al parecer, la vicepresidenta Calviño con su equipo.

Hasta ahora íbamos en la dirección de derogar la reforma laboral de 2012. Íntegramente, si bien no de un plumazo, vale decir mediante un único instrumento legislativo (todos sabemos lo que tardaría la confección de ese instrumento “total”, ese “terminéitor” de la reforma de Rajoy, y lo difícil ─prácticamente imposible─ de culminarlo sin lagunas ni ambigüedades peligrosísimas dada la materia de que se trata y su repercusión en las cosas de comer).

Pero ahora resulta ─a menos que Claudio Pérez y El País nos estén vendiendo una milonga, a menos que Unai Sordo vea fantasmas o espejismos sobrevolando un cielo despejado─ que se quiere rescatar algunos aspectos de dicha reforma laboral que se consideran “no tan lesivos”, dirigidos a asentar las potestades organizativas de los empresarios y a disminuir las capacidades negociales de los sindicatos.

Eso no es lo acordado, doña Nadia. Yo, que me tengo por un “radical temperado”, soy el primero en no santificar las actuaciones de los sindicatos por sistema. En muchos casos, y desde hace muchos años, hay tomas de posición sindicales que me parecen expresión de un corporativismo radicalizado, y no de una visión de clase; es decir, de una visión general en la medida en que consideremos a la clase trabajadora como clase dirigente (codirigente) del conjunto de la sociedad.

Pero lo mismo sucede con la visión de la parte empresarial, que atiende con mucho más ahínco a la ganancia privada por los medios que sea (lesivos o “no tan” lesivos para la contraparte), que a un desarrollo económico armónico, equilibrado e igualitario.

El papel del gobierno en ese diálogo conflictivo entre partes ha de ser precisamente buscar el interés general que le compete por mandato de la ciudadanía. Y esa cuestión no puede reducirse a repartir de forma más o menos equidistante las concesiones entre unos y otros, sino que precisa de una síntesis trabajada para superar posturas, a veces agresivamente enfrentadas.

Si doña Nadia no lo ha entendido bien, conviene que Pedro Sánchez se lo haga entender. Es mucho lo que nos jugamos. Y más allá del límite de la paciencia, como explica gráficamente El Roto en su viñeta de hoy, entraríamos en una terra incognita.