Zoom
Vamos primero a la
sustancia, y después hablaré un poco del pequeño milagro que ha sido la edición
española de este libro de Bruno Trentin (La
utopía cotidiana, Diarios 1988-1994. El Viejo Topo 2018).
Un diario personal no
destinado a la publicación es un instrumento de trabajo y un registro puntual, que
el autor confecciona para sí mismo. El diarista anota al hilo de los días las
impresiones que recibe de los acontecimientos que le afectan de una forma u
otra en los distintos ámbitos en los que todos vivimos en sociedad. Esas
impresiones se registran “en bruto”, sin filtro ni selección, sin adorno
estilístico, de forma muchas veces telegráfica y en clave para el uso propio,
puesto que el objetivo no es transmitir ni comunicar nada a un “público” lector.
El diario de una
persona que ocupa un lugar prominente en su sociedad y en su país, presenta el
aliciente de proporcionar acceso directo a las actividades de un protagonista
de la Historia en mayúsculas, desde el punto de vista privilegiado de la interpretación
y valoración que él hace en persona sobre lo que está ocurriendo. En tiempo
real, además; es decir, no en la forma de unas Memorias confeccionadas,
rectificadas y aderezadas a posteriori para dar cuenta a la opinión de lo que
se ha hecho; sino al hilo mismo de la sucesión vertiginosa de los
acontecimientos, en tiempos revueltos.
Es el caso de Bruno
Trentin (1929-2007), sindicalista, jurista y sociólogo italiano, en los años en
los que ocupó la secretaría general de la CGIL, el mayor y principal sindicato
italiano.
Una crisis sin
precedentes barrió en esos años críticos todo el territorio de la izquierda en
Italia, en Europa y en el mundo, y puso en cuestión de forma tan cruda como
repentina todas las viejas certezas.
Por eso hablo de zoom al calificar el enfoque particular de
este libro que nunca fue pensado para ser publicado. Coexisten en el texto ─muy
directo, de una forma literaria muy poco elaborada─ niveles diferentes que se superponen y encajan unos en
otros como unas cajas chinas.
El nivel de la
identidad personal y familiar, en primer lugar; que contiene, además de los
afectos y las aficiones del autor, la historia de una depresión de caballo. En
la selección de los textos para la edición española, Javier Aristu y yo optamos
por reducir este nivel a un “mínimo significativo”; es decir, dejar tan solo
algunas breves notas indicativas de la tormenta íntima que agitó a Trentin en
esos años. Rehuimos de esa forma el “morbo” que podía provocar en el lector una
cuestión puramente accesoria y anecdótica.
Segundo nivel, la
historia del sindicato en unos momentos críticos. En un contexto de pluralidad
sindical y de duras batallas por el predominio político (un nuevo avatar de
la “correa de transmisión”) en la organización por parte de los partidos de una
izquierda que se desmigajaba, Trentin se esforzó en afirmar la autonomía de la CGIL,
eliminar de raíz la influencia de las “componentes” (comunista, socialista e
independiente) que ocupaban un lugar estatutario en la dirección, y definir un
programa propio, surgido y definido a partir de la propia fuerza organizada.
Todo ello en unos momentos particularmente tempestuosos por la gran batalla
política de la supresión de la escala móvil; por la reconversión del “viejo”
PCI en el nuevo y efímero Partito
Democratico della Sinistra, sumada a la escisión del grupo de la no menos
efímera Rifondazione; y, más en
general, por la pérdida de los referentes clásicos que supuso en las izquierdas
del Occidente el derrumbe estrepitoso de la Unión Soviética.
Tiananmen, la caída
de Gorbachov y el ascenso de Eltsin, los equilibrios difíciles de la Unión
Europea, la delicada situación mundial en un momento en que el mundo había dejado de pronto de ser bipolar, conforman un tercer ámbito temático en el que Trentin no es solo un
espectador de primera fila, sino un protagonista activo. Él representa a una
fuerza poderosa, la de un sindicato democrático de masas, el más significado
del mundo occidental, y desde la autoridad que le concede esa posición,
interviene, participa, se reúne, debate, presiona y sufre presiones. Lo que
queda de todo ello en el Diario no es el relato de sus tomas de posición y de la
influencia que tuvieron en la marcha general de los acontecimientos, sino el
eco sordo de las batallas, las impresiones recibidas, el retrato instantáneo de
los protagonistas que le han apoyado y con los que se ha enfrentado.
Y finalmente, sobrenadando
a todo ese magma, se sitúa en un lugar destacado en los Diarios la reflexión
teórica, las notas de una lectura incansable y sistemática, y el esbozo de proyecto
de una obra ensayística que dé cuenta al revés, desde el presente y hacia sus
raíces hundidas a diferentes profundidades en el pasado, de la historia torturada
de un pensamiento utópico-real según el cual el trabajo humano podría representar,
más allá de un modo de vida subordinado y opresivo, la promesa de una
liberación desconocida, la epifanía de una humanidad finalmente redimida.
Esa obra fue
escrita, y se llamó La ciudad del
trabajo. En 1994, cuando Trentin abandona la secretaría general de la CGIL
por coherencia consigo mismo, dolorido y al mismo tiempo aliviado, tiene ya en
mente las líneas principales del libro proyectado. Su diario es también una
mina en la que desenterrar los materiales en bruto de los que se valió para su magistral
elaboración posterior de la historia de la gran utopía cotidiana de la
izquierda.
* * *
Fue Javier Aristu
quien me dio la alerta, y me facilitó la compra de un ejemplar de los Diarios de Trentin en la edición
italiana de Ediesse, al cuidado de Iginio Ariemma. Javier y yo nos cuidábamos ya
de la edición de la revista electrónica Pasos
a la Izquierda, y pensamos al principio en la publicación de algunos
fragmentos largos, nada más.
El proyecto creció
gracias a un viento favorable en el grupo de colaboradores de la revista, así
en Sevilla como en Barcelona y en Pineda de Mar. Javier y yo hicimos una
selección de entradas, algo más de la tercera parte del libro original. Las
tradujimos a cuatro manos, las revisamos, les pusimos titulillos para marcar el
paso de uno a otro nivel de reflexión.
Decidimos que
aquello necesitaba un aparato considerable de notas, y una presentación
adecuada. Las notas se convirtieron finalmente en un Glosario, en cuya
redacción intervinieron Marcial Sánchez Mosquera y Javier Tébar Hurtado. De la
presentación se hizo cargo Antonio Baylos Grau, que hizo mucho más de lo que
nosotros podíamos imaginar: todo un ensayo autónomo sobre la significación de
la obra de Trentin y sobre su difusión en España, a través principalísimamente
del esfuerzo de José Luis López Bulla como traductor y como divulgador.
Teníamos ya el
artefacto a punto. Bastó enseñarlo en la Fundación Primero de Mayo para sumar
el apoyo entusiasta de Ramón Górriz, Bruno Estrada, José Babiano y seguro que
me dejo a alguno más en el tintero. Javi Tébar activó las gestiones entre ellos y Miguel Riera, de El Viejo Topo, para la edición en papel, que se resolvió con toda clase de facilidades por ambas partes.
Quedaba pendiente
la cuestión de los derechos. Ahí intervinieron López Bulla y Quim González
Muntadas con Gaetano Sateriale, director de Ediesse, que se encargó de hablar
con la viuda de Bruno Trentin, Marcelle (Marie) Padovani. Marcelle cedió
graciosamente los derechos para esta edición española, y así pudo nacer
finalmente el libro, desde la convergencia de muchas generosidades
absolutamente desinteresadas. Su trayectoria en las librerías no habrá sido
famosa, me temo, pero es una apuesta firme de futuro, un libro cuya condición
de indispensable se irá afirmando con el tiempo.